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OPINION  

 
   

¿Cómo curar al Sistema de Salud Argentino?  

Por el Dr. Federico Tobar*  

“No duden que un grupo de personas inspiradas puedan cambiar las cosas.

De hecho, eso es lo que ha ocurrido desde el comienzo de la historia”

Margareth Mead


Crisis y oportunidad

En 1977 Ilya Prigogine se hizo acreedor del Premio Nobel de Química por sus estudios sobre los fenómenos aleatorios. Este físico y químico Belga nacido en Rusia demostró que llevado a condiciones extremas, un sistema en equilibrio inestable puede alcanzar un equilibrio muy superior al inicial. Desde entonces Prigogine se hizo tan conocido entre los científicos sociales como entre los especialistas en ciencias exactas. ¿Por qué? Tal vez porque sus hallazgos constituyen la evidencia científica que vale la pena mantener la ilusión. Demuestran que, como afirma la sabiduría popular, cuando se tocó fondo se vuelve a subir más rápido.
 

Al igual que el resto del país, el sistema de salud argentino no está condenado al fracaso. Es posible que las condiciones actuales de extrema precariedad sirvan para estimular una transformación, una reforma hacia un equilibrio mucho más estable. Como indica el tantas veces citado ideograma chino que se vale de los mismos trazos para aludir a la crisis y a la oportunidad. El motivo es simple. Mientras restan algunos recursos se da lugar a un juego de intereses cuya resultante es un equilibrio cada vez más precario. Solo cuando prácticamente todos los recursos se han agotado la preocupación por la salud de todos aparece como más importante que los intereses particulares.
 

Un ejemplo concreto es la construcción de la Canasta Básica de prestaciones cubiertas por la seguridad social, que en Argentina hemos denominado Programa Médico Obligatorio –PMO-. Mientras la seguridad social contaba con recursos resultaba muy difícil establecer un ordenamiento restrictivo. Cada grupo de prestadores ejercía sus influencias para que los servicios que brindaba no resulten excluidos. El resultado era un menú prestacional tan ambicioso como insustentable con los recursos financieros disponibles en el sector. Cuando la cadena de pagos del sector estalló y los servicios fueron definitivamente interrumpidos, la gran mayoría de las obras sociales no pudo garantizar a sus beneficiarios acceso a los bienes y servicios establecidos en el PMO, e incluso gran parte de las empresas de medicina prepaga se encontraron en similares condiciones. En ese contexto extremo un nuevo PMO de emergencia, puede aparecer configurando un modelo prestador mucho mas racional y sustentable que el anterior.

Crisis y oportunidad están juntas. La situación sanitaria depende, en parte, de cómo se la mire. Muchas son las señales alentadoras que indican que el sector salud puede alcanzar un equilibrio más estable, que nuestro sistema puede renacer más fuerte y saludable. Por ejemplo, de repente nos volvimos más eficientes. Si lo medimos en valores capitados nuestro gasto en salud se dividió casi en cuatro. Ya no somos el país de América Latina que más invierte en salud. Primero cayó el gasto en pesos (casi dos mil millones entre 2000 y 2001) y a esto se agregó la devaluación del peso con relación al dólar con la caída de la convertibilidad. Algo similar ocurre con el precio de los medicamentos. De un sacudón pasaron a costar la mitad en dólares y dejaron de ser los más caros del continente.
 

La enfermedad del sector salud
Argentina es un país avanzado en su transición epidemiológica que ha sido pionero en la erradicación de algunas patologías infectocontagiosas y en el desarrollo de una respuesta social organizada a los problemas de salud de su población. Sin embargo, la grave situación económica actual sumada al progresivo deterioro de las condiciones sociales compromete la sostenibilidad del sistema y sus servicios y amenaza con el deterioro de las condiciones de salud de la población. De no implementarse soluciones rápidas y eficaces la población Argentina podría involucionar varios años en lo que respecta a su situación de salud.

 

La salud de los argentinos está amenazada. La cobertura de los seguros de salud tiende a disminuir. Los recursos de las obras sociales se han contraído y ello repercutió en reducciones y atrasos en los pagos a los prestadores. La cobertura de vacunas ha retrocedido y en los hospitales públicos faltan insumos. En síntesis el sistema está enfermo, ya ha ingresado en la sala de urgencias y hace falta intervenir rápidamente. Hay que salvar a los trabajadores de la salud (que son nuestro principal recurso sanitario). Hay que salvar a los establecimientos de salud, públicos y privados. Hay que salvar a nuestras obras sociales.
 

Por este motivo debe pensarse al sector salud argentino en, al menos, dos fases. Por un lado debemos obtener una propuesta para salir de la situación de emergencia del sector. Por otro lado, debemos avanzar hacia una reforma estructural que permita prevenir futuras crisis.

El Ministerio de Salud de la Nación ya está desarrollando un activo Programa de Emergencia Sanitaria (Decreto de Necesidad y Urgencia N° 486/2002) cuyos objetivos centrales son: a) Garantizar el acceso a los bienes y servicios de salud básicos para la población argentina y, b) Reducir y controlar los riesgos sanitarios y epidemiológicos.
 

De la Terapia Intensiva a la rehabilitación
 
El sistema de salud está enfermo. Pero se puede curar y la recuperación puede ser mayor y más definitiva que unos años atrás cuando ni siquiera vislumbrábamos esta crisis. Hoy los actores del sector salud estamos más cerca de ponernos de acuerdo, de establecer prioridades y articular esfuerzos. El tratamiento adecuado para curar al sistema es “definir prioridades” y “articular intereses y acciones”. La experiencia mundial indica que ese es el tratamiento adecuado para un diagnóstico conocido: sobreexposición a políticas tóxicas y atrofia del sistema de gestión.
 

Pero no nos podemos limitar solo a paliar los efectos de la crisis, también debemos reformar el sistema para poder tener más salud con los recursos disponibles[1]. Lo que necesitamos son mejores políticas. Políticas que, en primer lugar, nos den más años y calidad de vida, no palabras vacías. En segundo lugar, políticas que curen al sistema de salud, que erradiquen sus males de raíz. Esto implica:

a) Formular políticas saludables. Hace falta un Plan Nacional de Salud que sea integrador de todos los subsistemas, que establezca prioridades claras y precisas. Con objetivos concretos y articulando acciones de todas las jurisdicciones.

b) Rescatar las funciones rectoras en salud. Recuperar la misión del Ministerio de Salud de la Nación como el gran director de orquesta que defina las prioridades de los argentinos en salud. Porque ya no podemos continuar dilapidando recursos, duplicando funciones y acciones en diferentes lugares. Es preciso sincronizar esfuerzos, no solamente en el gobierno nacional sino también colaborando, orientando y fortaleciendo a los ministerios provinciales. Es decir, rescatar también la misión del Consejo Federal de Salud.
c)
Establecer una adecuada división de responsabilidades en el sistema de salud. Esto significa avanzar hacia un sistema plural. Aunque un modelo único -como el Servicio Nacional de Salud británico, o el Sistema Único de Salud brasileño- podrían aparecer como alternativas más eficaces y equitativas; hoy no representan una solución ni realista ni viable para la Argentina. La reconstrucción del modelo argentino de salud debe seguir el precepto de primun non nocere evitando destruir o lastimar lo que ha restado de nuestros antiguos servicios de salud. Necesitamos definir un rol para cada uno, para los hospitales públicos y privados, para las obras sociales y las prepagas y para los tres niveles de gobierno (Nación, provincias y municipios) buscando que el todo sea más que la suma de las partes y no un desparramo de esfuerzos y recursos.
 

Una propuesta para la reorganización del sistema
 
Este sistema de salud más saludable podría operar sobre tres grandes ejes:

I. Un mercado de seguros de salud que opera en condiciones de competencia regulada.
II. Un seguro nacional de enfermedades de baja prevalencia y alto costo (catastróficas).
III. Universalización de la cobertura médica a través de seguros públicos de salud.

IV. Un despliegue de acciones localizadas de Atención Primaria, promoción y prevención.
V. Un mercado de seguros de salud que opera en condiciones de competencia regulada

El elenco argentino de aseguradores de salud es muy grande y variado. Operan mas de doscientas obras sociales nacionales (algunas son de origen sindical y otras estatales). Una cantidad aproximada de empresas de medicina prepaga y un número aún superior de mutuales. En la gran mayoría de los casos estos aseguradores actúan como financiadores que compran servicios en un también muy amplio y variado mercado de prestadores.

La propuestas es que correspondería al nivel central (la Nación), a través de la Superintendencia de Servicios de Salud actuar como el gran director de una orquesta de aseguradores y prestadores. Estableciendo incentivos y sanciones para obtener el máximo resultado en términos de niveles de salud.

Todos los aseguradores que operen en este mercado abierto deberían cumplir con el PMO y estar regulados por la Superintendencia de Servicios de Salud. La competencia entre aseguradores no sería por precios, ni por servicios cubiertos, y ni siquiera por calidad. Sería por resultados sanitarios obtenidos es decir por niveles de salud de la población cubierta. Para ello recibirían una cápita ajustada según riesgo (el sexo y la edad de los beneficiarios) de manera que se evite la selección adversa. Pero además recibirían incentivos por sus conquistas epidemiológicas como por ejemplo, el aumento de la edad promedio en que ocurren los infartos, la reducción de las hospitalizaciones por causas evitables, de los accidentes, etc... Esto reorientaría las preocupaciones de los aseguradores hacia la salud y la satisfacción de los usuarios ya que para que su negocio sea rentable deberá mejorar los niveles de salud y mantener satisfechos a sus beneficiarios.

 

Una variable clave para aumentar la competencia sin debilitar al sistema en su conjunto es establecer un menú de prestaciones (Programa Médico Obligatorio) sustentable. De hecho, a medida que se aumenta la cobertura se está concentrando el mercado ya que serán menos los oferentes que podrán competir. El PMO argentino en sus versiones históricas (decretos 247/1996 y 939/2000) constituía la quintaescencia del sueño argentino "vivir en un Estado de bienestar a la europea con la disponibilidad de recursos del tercer mundo".

En este sentido el PMO de emergencia no solo constituye una oportunidad sino que marca el punto de inflexión entre un modelo de fijación de la canasta de servicios que tiende a crecer y una que tiende a contraerse.

 El PMO debe ser revisado y redefinido no una vez sino de forma periódica y sobre fundamentos:

a) epidemiológicos (incluir la cobertura de las principales patologías prevalentes);

b) garantizando su sustentabilidad actuarial (evaluar los riesgos que involucra cada prestación para cada grupo etáreo)

c) estableciendo prioridades de inclusión a través de criterios de costo-efectividad (medir el impacto de la inclusión de cada prestación en términos de carga de morbilidad y costos para luego establecer un ranking)

 

II. Un seguro nacional de enfermedades de baja prevalencia y alto costo (catastróficas). Una segunda variable clave para viabilizar el sistema es organizar y socializar el financiamiento de los tratamientos de enfermedades catastróficas a través de un seguro nacional. Existe un grupo de enfermedades de baja incidencia y alto costo cuyo tratamiento implica una erogación de recursos tan elevada que desequilibra las ecuaciones presupuestarias de los organismos financiadores. Muchas de las mismas cuentan con leyes específicas y sus tratamientos deben ser impartidos de manera obligatoria (discapacidades, diabetes, insuficiencia renal crónica). Frente a la escasez de recursos y a la imposibilidad de responder a la demanda, muchas entidades financiadoras han implementado distintos mecanismos tales como la transferencia del riesgo a los prestadores, convirtiéndolos en pre-financiadores del sistema o estableciendo diversas barreras de acceso al tratamiento.

Para revertir esta situación resulta conveniente la implementación de un seguro nacional  que contemple a la totalidad de la población y permita la cobertura de estas patologías. La financiación del mismo debiera estar integrada por todos los financiadores actuales, con una alícuota a determinar. Los recursos se constituirían en lo que se denomina reserva técnica, siendo el Estado el garante de dichos fondos y no pudiendo ser los mismos asignados a otros fines. Las prestaciones a cubrir, los medicamentos e insumos deberán estar establecidos taxativamente, así como las poblaciones perfectamente determinadas de manera de permitir la aplicación de cálculos actuariales.

III. Universalización de la cobertura médica a través de seguros públicos de salud

A su vez, los gobiernos provinciales conducirían las reformas en sus provincias de acuerdo a sus posibilidades y necesidades. Respetando las particularidades de cada una pero con una orientación común. Buscarían ampliar la cobertura y el acceso a los servicios médicos para la mayor parte de la población provincial. Esto se podría lograr fortaleciendo su poder comprador, consolidando seguros provinciales de salud centrados en dos figuras, la obra social provincial como asegurador y los hospitales públicos como principales prestadores.

La emergencia hace más viable esta reforma porque la interrupción de la cadena de pagos y el consecuente corte de servicio en las obras sociales ha unificado el modelo conduciendo toda la demanda hacia los servicios públicos. Es decir, la situación de emergencia forzó a los servicios públicos a asumir la cobertura de entre el 70% y el 80% de la población sin contar con fondos adicionales ni una unificación de fondos, sin contar con apoyo técnico para el diseño de un modelo prestador adecuado, sin identificar a los destinatarios y sin avanzar hacia esquemas de financiación de los servicios públicos que incentiven un mejor desempeño. La propuesta consiste en extender la cobertura, fundamentalmente a los sectores carenciados de la población, unificando el financiamiento a nivel de los estados provinciales y organizando una amplia red prestadora integrada por servicios públicos y privados.

Las cuestiones clave son: ¿En qué medida el seguro se  puede apoyar sobre la estructura de la obra social provincial? Y ¿qué plan de cobertura se podría sustentar con los recursos disponibles en cada jurisdicción?. Para dar respuesta adecuada a estas preguntas se contemplan las siguientes definiciones:

Una estrategia gradual para asumir la cobertura de los beneficiarios del Pami. Las provincias que cuenten con una obra social provincial autónoma y equilibrada se harían cargo de los beneficiarios del Pami (y eventualmente del Profé) pero aquellas que no presenten las condiciones adecuadas deberían comprometerse con un conjunto de reformas para comenzar a contar con el apoyo técnico y financiero de la Nación.

Se organizará un fondo de salud en el ámbito de cada provincia. El mismo estará integrado básicamente por tres fuentes:
a) recursos del Tesoro Provincial que hasta ahora han sido destinados a la finalidad atención médica, b) recursos de la obra social provincial (aportes y contribuciones), c) recursos transferidos desde un fondo compensador nacional.

 

Toda la población provincial que carezca de cobertura de seguros de salud será identificada y empadronada. Se entregará un carnet de afiliación a toda la población que no figure en los padrones de beneficiarios de ANSES (Obras Sociales Nacionales) ni en el listado de beneficiarios de empresas de medicina prepaga.

 El seguro público tendrá la responsabilidad de brindar a sus beneficiarios una cobertura médica que debería aproximarse al PMO. Sus prestadores conformarán un mix de servicios públicos de la red provincial y municipal junto a servicios privados.

En la medida en que toda la población estaría cubierta por los diferentes esquemas de seguros de salud, se podría modificar la financiación de los servicios públicos que incorporen  incentivos para reducir los costos administrativos y aumentar la productividad de los hospitales públicos.
 

IV. Un despliegue de acciones localizadas de promoción y prevención. Los municipios, a su vez, concentrarían sus esfuerzos en desplegar una estrategia de  Atención Primaria de la Salud, así como en acciones de promoción y prevención desarrollando políticas saludables, informando y modelando conductas. Desde esta propuesta no se impediría que los municipios que estén en condiciones de hacerlo asuman también funciones de asegurador –como es el caso de algunas ciudades de la provincia de Buenos Aires- pero se buscaría que la imagen objetivo de los gobiernos municipales no se limitase a garantizar cobertura sino a alcanzar progresivamente los objetivos de un municipio saludable. Si los gobiernos provinciales asumen la función aseguradora no es necesario que lo hagan también los municipios. Por otro lado, para lograr economías de escala un esquemas de seguros públicos de salud debería involucrar a un número muy alto de beneficiarios que rondaría las 100.000 personas.
 

Es evidente que la estrategia de Atención Primaria de la Salud es muy costo – efectiva y también que su implementación adecuada debe ser planteada a nivel local. Sin embargo, hay dos obstáculos históricos para ello en Argentina. Por un lado el carácter hospitalocéntrico del sistema. En Argentina aún los centros de mayor complejidad destinan gran parte de sus servicios al primer nivel de atención. Por otro lado, diseñar, implementar y evaluar un sistema de APS involucra un conjunto de costos que muchas veces los municipios no consiguen sustentar. Para superar estos obstáculos el ministerio nacional deberá desarrollar una estrategia que permita asistir a los Centros de Atención Primaria que se comprometan con implementar un adecuado modelo de APS. La asistencia desde Nación consistirá, en primer lugar, en el diseño de un modelo de tención adecuado para la APS en centros locales. En segundo lugar, el ministerio nacional se  ocupará de la provisión de medicamentos genéricos para garantizar el acceso a los mismos de la población de bajos recursos. Esto implica incorporar un incentivo directo sobre la población para conducir la demanda por servicios de salud hacia los centros de APS (CAPS) en lugar de hacia los hospitales. Además Nación acreditará y clasificará los CAPS, realizará capacitación e introducirá incentivos a los profesionales responsables.

Conclusiones

Para mejorar la salud de los argentinos hace falta desplegar un esfuerzo articulado y federal. El modelo fragmentado se agotó. Hay que expandir la cobertura e igualar las condiciones de acceso. Es decir, lograr igual respuesta para igual necesidad. Este requiere de un esfuerzo organizado para que los hospitales públicos mejoren y para que las obras sociales no quiebren ni retraigan sus prestaciones.

Como un gran director de orquesta, el ministerio nacional deberá dirigir, coordinar y articular a los actores del sector para obtener los mejores resultados. Su primer función deberá ser conducir el cambio del sistema. En segundo lugar, puesto que la mano invisible del mercado no resuelve los problemas de salud de la población, corresponde al Ministerio nacional ejercer una fuerte regulación de la oferta y de la demanda de los bienes y servicios de salud. En tercer lugar, para garantizar mejores condiciones de funcionamiento de los seguros públicos, sociales y privados de salud es necesario que Nación organice un seguro nacional para las enfermedades de baja prevalencia y alto costo. En cuarto lugar, la Nación deberá concentrar sus esfuerzos en monitorear y evaluar estructuras, procesos y resultados de salud entre regiones, provincias y municipios, así como entre los beneficiarios de las distintas obras sociales y propulsar la forma de reducir las brechas y alcanzar mayor equidad.

Los gobiernos provinciales deberán organizar sus seguros públicos de salud. Esto involucra llevar la planificación, monitoreo y financiación de los servicios pero no la provisión directa de los mismos. Si toda la población de cada jurisdicción cuenta con un carnet de cobertura, algunos de prepagas, otros de obras sociales nacionales, otros de la obra social provincial y el resto del seguro público provincial, se podría financiar los servicios públicos a través de la demanda que atienden y de los resultados que obtienen. Esta debería ser la tarea principal de la provincia ya que la provisión y gestión de los servicios debería ser lo más autónoma y descentralizada que resulte posible.
 

Los hospitales públicos deben ser de la gente. La única forma de mejorar definitivamente los servicios públicos es poniéndolos en manos de la comunidad organizada. Esto se logrará por tres vías. Por un lado, la conducción deberá ser descentralizada hacia consejos municipales con fuerte participación comunitaria. Por otro lado, los usuarios deberán ser claramente identificados, cada ciudadano debe tener un carnet para atenderse. En tercer lugar, la financiación de los servicios deberá estar vinculada a los resultados perseguidos y logrados.
 

A su vez, los municipios deberían concentrar sus esfuerzos en definir e implementar políticas saludables, esto es en la promoción, prevención y fiscalización. Todo aquello que hace más a la salud como bien público. Si el ministerio nacional fortalece su capacidad de monitoreo y seguimiento epidemiológico podría ejercer un rol, importante en la asistencia técnica a los municipios para la implementación de este tipo de políticas.

  Para compensar las diferencias regionales  se constituiría un fondo compensador operado por nación e integrado por recursos que hoy son destinados al Pami, al Profé y a parte de los programas verticales del ministerio. Además de garantizar la equidad en la financiación el fondo  permitirá incentivar a los seguros provinciales para obtener mejores resultados sanitarios. De forma similar actuará el fondo que financiará a las obras sociales nacionales, mutuales y prepagas que se inscriban como Agentes del Seguro. La imagen objetivo sería consolidar un gran fondo de salud que sea administrado por Nación y que permita una regulación adecuada tanto de las obras sociales nacionales y prepagas como de las provinciales.

Además, se trata de un esfuerzo racionalizador que cambiaría de forma progresiva las conductas de todos los actores involucrados en el sistema de salud, desde el gobierno nacional hasta los propios ciudadanos-pacientes-usuarios.

   

* Coordinador general del Programa Remediar-Ministerio de Salud de la Nación.

[1] Ya no podemos proclamar “Mas salud por el mismo dinero” porque los recursos sectoriales se han contraído de forma significativa.

 

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