Intentemos entender qué cosas hacen
difícil un Sistema de Salud
sustentable e integral en nuestro
país.
SALUD:
Nos abruman diagnósticos
antagónicos, que generan acciones
agotadas en sí mismas y datos no
fidedignos enarbolados para sostener
dilemas, cuando en realidad sólo
permiten decir que puede que sí, que
no y que todo lo contrario.
Aturden consignas, eslóganes,
arengas y diatribas. Entre los que
apenas podemos discernir procesos
indispensables y realidades
necesarias. ¿Hay certeza de qué nos
pasa en Salud?, o deberíamos decir
como Ortega y Gasset: “Cuando no
sabemos lo que nos pasa, eso es lo
que nos pasa”.
Por tonto que parezca, el primer
proceso para tener un Sistema de
Salud es recuperar la palabra y sus
sentidos, hoy un gris de noche y
niebla que oculta las verdades
esenciales con metáforas y sofismas,
e instala un “como sí” ética y
racionalmente inaceptable, pero
moral y socialmente aceptado.
Decimos actuar en “el Sector Salud”:
falso. La mayoría actuamos en “el
sector enfermedad”. Salud es bien
otra cosa. Y dentro del Sector
Enfermedad, la consigna es el
silencio. Desde el cartel de la
enfermera hasta las consignas del
proceso.
No hablamos de nuestros miedos,
cansancio, dolor, sufrimiento,
escepticismo, el “lamentable error”
propio o del colega, las relaciones
de vasallaje y los espacios de poder
con capacidad de resistencia al
cambio. Todo esto es “utópico”, lo
que significa (utopos), que no tiene
lugar, que no ha lugar.
Si esto subyace en el sistema, ¿qué
herida, qué fractura de todas las
que tiene no supura, cierra en falso
u obliga a amputaciones periódicas?.
“Esto” ocurre en la Nación, no en la
República ni en el Estado. Es
producto de la Sociedad, no de sus
Poderes.
Voluntad y convicción social
construyen las políticas positivas,
la inversa, nunca.
Salud es un derecho humano, pero
implica deberes. De cada persona,
Sociedad y sus Instituciones,
formales e informales. Del conjunto,
operando procesos integrados y
equilibrados, sostenidos en el
tiempo.
El primer paso de toda curación es
tomar conciencia de estar enfermo.
Nota 1: ¿nuestra Sociedad puede y
quiere tomar esta conciencia. Puede,
quiere y sabe integrarse, lograr los
equilibrios indispensables y
mantenerlos en el tiempo?
Si la Sociedad puede permitirse
ignorar lo que no desconoce, es
porque un ejército de hormigas
obreras sostiene todos los días el
sistema de atención de enfermedad, a
costa de sí mismos cuando no hay más
remedios.
La hipocresía social juega un papel
central en esta obra de teatro cuyo
guión escribe y manda protagonizar.
Como el de los gobiernos que elige,
los golpes de estado que reclama y
luego repudia, la violencia y
corrupción de cada acto cotidiano
que justifica si son propios y de
los que se escandaliza cuando son
ajenos y no se le ocurrió perpetrar
en su beneficio.
Nota 2: ¿para poseer un sólido
Sistema de salud, nos despojaríamos
de toda hipocresía?
JUSTICIA:
Al Sistema “de Salud” se lo
judicializa. Las acciones de amparo
preocupan porque generan costos a
los perdidosos, por ninguna otra
razón. No porque agotan recursos
judiciales, no porque tratan de
resolver por fuera lo que debió
resolverse por dentro y generan
prácticas defensivas consecuentes,
agregando más costos evitables. Ni
porque llegaron para reparar abusos
reales que deberían ser explicitados
y erradicados, ni porque se han
transformado en abuso inverso.
El abuso denegatorio del derecho a
acciones médicas y tratamientos, los
abusos en investigaciones clínicas,
la condena a poblaciones
provinciales que tienen por siglos
los peores indicadores de salud
comparados con provincias similares
del mismo país no son asumidos,
reconocidos, analizados ni
resueltos. Generan, entonces, la
reacción inevitable, su
contrarreacción y así hasta el
infinito, obligando a crear y emitir
una plétora de normas, disposiciones
y leyes que en el mejor de los casos
reequilibran la situación hasta el
siguiente -e inmediato-
desequilibrio y en el peor, son
contradictorias.
Todo esto para que la Sociedad pueda
seguir ignorando que es su deber
tener la voluntad de decidir qué
cubre y qué no la Seguridad Social,
qué ampara y qué no en el sistema
público, y cómo hacer para que la
base de lo esencial se suministre
igualitariamente según el carácter
de necesidad y no de aportes o
capacidad económica. Lo llaman
“justicia distributiva”, Se trata de
“justicia” a secas. Al sustantivo se
lo adjetiva siempre para castrar su
significado, para hacerlo nada, y
nutrir la hipocresía.
Hace falta Justicia, qué duda cabe,
y que nadie se le atreva. El Antiguo
Testamento lo dice desde hace
siglos: “Para que haya Paz debe
haber Justicia, y para que haya
Justicia debe haber Verdad”;
“Justicia, Justicia perseguiréis”.
Sin adjetivos, sin disculpas, sin
sofismas.
La Justicia prevalecerá cuando la
Sociedad se canse de abusarla y
vivir sin ella. No antes. Y no se
limita al sector Salud o Enfermedad,
abarca todo el plexo social. ¿Es
lógico pedirle Justicia a este
sector cuando la sociedad es
integral, básica y esencialmente
injusta? Cuando se reclama un
tratamiento, no se analiza si la
falta de alimento en edad temprana,
vivienda, trabajo, instalaciones
sanitarias u oportunidades fueron
causa de la enfermedad. Eso no se le
somete al Juez. Nos conformamos con
que nuestra Justicia ponga un parche
aquí y allá.
Nota 3: ¿nuestra sociedad quiere
dejar de abusar de la institución
Justicia, asumir sus
responsabilidades y tomar sus
decisiones en el Parlamento y el
Ejecutivo?
DESARROLLO
y DEFENSA:
Lo que un país produce se mide por
el Producto Bruto Interno, el
conocidísimo PBI. Con qué lo
produce?: con los años de vida
productivos de sus habitantes, la
calidad de su educación y sus
capacidades de operación, nutridas
de la calidad de vida. El
ignoradísimo Producto Vital Interno.
Una población de 40 millones de
habitantes con esperanza de vida de
70 años, dispone de 2.800 millones
de años de vida de sus habitantes,
de los cuales serán económicamente
productivos un 50% = 1.400 millones.
Si esa población tiene 17 millones
de excluidos estará rechazando 1.140
millones = 570 millones productivos
menos de PVI. Agréguese a esto lo
marginal parcialmente productivo,
enfermos y discapacitados, años de
vida ajustados por no calidad,
mortalidad infantil neonatal y de
etapas subsiguientes, mortalidad
materna en parto, endemias
invalidantes como el Chagas, y se
tendrá la carta pintada.
Los “excluidos”, tratando de
sobrevivir –salvo pedirles que
renuncien a eso también- generan
contraculturas y contra-economías.
Quien tenga experiencia en
asistencia de refugiados sabe los
costos siderales que se generan. En
nuestro país, por ahora, esos costos
-uno más de los datos “noche y
niebla”- también figuran excluidos.
Miseria y exclusión son reservorio
de enfermedades que reaparecen
obstinadamente. Las instalaciones
sanitarias, agua potable, cloacas,
alimentación adecuada y suficiente,
inmunizaciones, y oportunidades
educativas de calidad, permiten a
cada uno saber cómo, cuándo, por qué
y para qué emplear el sistema de
enfermedad y como asegurarse el de
salud, qué reclamar y a quién, y qué
decidir como mejor opción propia y
para los suyos. Las brechas
educativas generan lo contrario: una
población condenada a ser
tecnológicamente analfabeta, incapaz
de usar elementos de comunicaciones
u ordenadores, equipos y maquinarias
digitales, o saber qué hacer con su
salud, entre tantas otras
consecuencias de su ignorancia.
Podemos discutir estas cosas con
madurez, y evitar que parte de
nuestra fuerza laboral potencial sea
tecnológicamente analfabeta, no
puedan defender su Nación y sean
reservorio creciente de enfermedad y
tensión individual sin canalización.
O seguir diciendo que son problemas
del “Sector Salud”, que siempre fue
así, por los siglos de los siglos,
Amén, y de cualquier modo… siempre
amanecerá mañana.
* - Primer parte
** - Médico - Diplomado en Políticas
de Salud (FLACSO, Ecuador) - Mgr. en
Economía de la Salud y el
Medicamento (Pompeu-Fabra,
Barcelona). Socio de Cortesi-Vincent
y Asociados, Consultores en Farma y
Salud.
|