Desafío al lector a
leer concienzudamente este concepto de empresa y
verificar las coincidencias y disidencias que puede
tener respecto del mismo. La empresa es una organización
social que realiza un conjunto de actividades y utiliza
una gran variedad de recursos (financieros, materiales,
tecnológicos y humanos) para lograr determinados
objetivos, como la satisfacción de una necesidad o deseo
de su mercado meta con la finalidad de lucrar o no; y
que es construida a partir de conversaciones específicas
basadas en compromisos mutuos entre las personas que la
conforman. (Ivan Thompson, El concepto de empresa) (www.promonegocios.net).
Si existiera coincidencia en un 90% de lo que aquí se
define como empresa, quisiera pedirle que ya no se deje
engañar más por aquellos empleados públicos que ante el
mínimo intento de introducir mejoras en la gestión que
siempre tocará algún privilegio obtenido durante los
años, hacen referencia a la privatización de la salud o
de la educación o lo que se administre estatalmente.
Se puede estar a favor de un gerente empresarial que
suceda a uno burocrático y considerar que determinadas
funciones deben ser cumplidas por el estado y no por el
privado. El engaño se ha dado porque ciertos
fundamentalismos de mercado han preferido discutir la
cuestión de la propiedad (pública o privada) antes que
sobre los derechos de esa propiedad y cómo están
distribuidos. El problema no está en la propiedad el
problema reside en la falta de competencia, en la
ausencia de premios o castigos según las acciones. Cómo
intentar que algo mejore si no existen incentivos ni
méritos a considerar en un modelo que iguala para abajo.
Si no somos capaces en los próximos años de poner la
reforma del estado en un lugar clave de la agenda, me
temo que estaremos peor. El problema es que la gente no
lo pone todavía entre los reclamos y los partidos
políticos gambetean el tema por su historia de populismo
que el peronismo ha sabido inocular a lo largo y a lo
ancho de la política argentina. El Estado es el lugar
para financiar la política, captar voluntades a través
de programas sociales y todas estas prácticas que se
realizan desde antes de la última democracia. Hasta los
militares que tenían un discurso liberal usaron el
estado para darle trabajo a militares (empleados
públicos especiales) que necesitaban una empresa pública
o puesto gerencial para mejorar sus ingresos.
La situación argentina es particular porque la
mezquindad y la pobreza de ideas de los partidos, hace
que la mayoría utilice cualquier intento de reforma de
un gobierno sobre el tema como una forma de hacerle
pagar costos políticos, no importa cuán justo o injusto
pueda ser esto. Eso es política barata. Sin embargo,
para la oposición el problema comienza cuando gana las
elecciones y entonces los roles cambian, los antiguos
malos ahora se alinean con los empleados públicos y los
aliados ahora son los que quieren introducir eficiencia
en la gestión. Los dueños del estado de bienestar son
los sindicatos de empleados públicos. Es una mentira que
el estado es de los ciudadanos, el estado ha sido
cooptado por los que trabajan en él, sobre todo aquellos
que tienen contratos de por vida sin que nadie, ni
siquiera alguien votado por la mayoría de la población
pueda hacerlos trabajar.
Es cierto que en una Argentina donde todavía no
construimos el estado burocrático a la Weber, pensar en
pasar a un estado con gestión empresarial es casi una
utopía, pero hay países de América latina que han dado
el primer paso (Brasil y Chile) e intentan no sin
dificultades saltar la segunda valla.
La capacidad de reacción de políticos y gestores es
mucho menor que la necesidad de cambios de la sociedad
actual. Para ser el director de un hospital o de una
escuela ya no es suficiente la capacidad de mando o el
liderazgo en su puesto, hoy debe profesionalizarse la
formación de los recursos humanos claves, captar a
nuevos profesionales que puedan ocupar cargos directivos
e introducir profesionales de otras organizaciones que
puedan traer su “know how”. Un ejemplo es lo que se
puede aprender de logística de otros modelos de
empresas, saber comprar, saber manejar un inventario
forma parte de la microeconomía y está fuertemente
relacionado con los resultados finales de la empresa.
Involución es lo que puede caracterizar el estado
argentino, desde los años cincuenta y sesenta hasta
nuestros días. Es cierto que las dictaduras militares
fueron claves para entender este problema nuestro de una
gestión estatal deficiente. Pero tenemos 25 años de
democracia y nadie le ha puesto el cascabel al gato.
Cuando alguien ha tenido un discurso más proclive a la
reforma ha sido utilizado por los adversarios políticos
para juntar votos y viceversa, así no vamos a ninguna
parte, estamos prisioneros de un sistema endogámico
cuyos resultados son nulos.
Acuerdos y consensos políticos de los representantes
votados es fundamental, para hacer más eficiente el
gasto público y más eficaz el accionar estatal.
Quiero terminar con una frase de Mariano Moreno que
siempre repetía ese gran comunicador que fue Tato Bores:
“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus
derechos, si cada uno no conoce lo que vale, lo que
puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las
antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil
incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de
tiranos sin destruir jamás la tiranía”.
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