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Columna


Nosotros y los miedos
Por el Doctor Ignacio Katz
   

El genial escritor francés Albert Camus decía: “el siglo XVII fue el de las matemáticas, el XVIII el de las ciencias físicas y el XIX el de la biología. Nuestro siglo XX es el siglo del miedo.” Hoy, ya en un nuevo siglo, los miedos siguen proliferando por todos lados y en todas las personas. Miedo a enfermarse, miedo a morir, miedo a los accidentes, miedo a la inseguridad, y la lista sigue. El temor se extiende como una gran mancha invisible, estimulado, además, por las irracionalidades de las fuerzas del mercado, que, en su afán de progreso, en muchas ocasiones engendran fragilidad y barbarie.
El campo de la medicina es fértil en esas carreras alocadas. De hecho, a nivel mundial, luego del complejo empresarial armamentístico, en cuanto a volumen de dinero en juego, viene el conglomerado industrial-farmaceútico. Esta desenfrenada búsqueda comercial por la “novedad”, en su afán de maximizar ganancias, olvida tanto al ser humano de carne y hueso como a cualquier regulación que la inserte dentro de un esquema planificado.
Vemos muchas veces una carrera precipitada de innovaciones en el terreno de la industria de la salud.
El problema se instala cuando la novedad adquiere caracteres de “adictiva”. En esa búsqueda tóxica de “lo nuevo” se desemboca en un consumo masivo que lo único que hace es incrementar las desigualdades.
Esta loca búsqueda de inventos, y la superpoblación de éstos en el área de la salud, amerita, entre otras cosas, que se forme una Agencia de Evaluación Tecnológica Médica, que monitoree el funcionamiento de los resultados del complejo industrial médico-farmacéutico. De lo contrario, continuaremos sin brújula, ahondando desigualdades y siguiendo librados a fuerzas sin control.

EL ABUSO DE UN TERMINO: LA “ECONOMIA SANITARIA”
En muchas ocasiones, usamos las palabras sin reflexionar sobre ellas. Al repetirlas sistemáticamente, las transformamos en lugares comunes. Si nos focalizamos en el campo de la salud, encontramos que, con frecuencia, emerge el término “Economía Sanitaria”. Y creemos que es necesario superar esa expresión para proponer nuevos paradigmas que permitan transformaciones sustanciales en la atención médica.
Este uso intensivo de “Economía Sanitaria”, viene encadenado de otros conceptos, como “financiación”, “administración”, y “contabilidad”. Al mismo tiempo, se deja de lado el gasto en atención médica, en asistencia a la enfermedad o el de la complejidad tecnológica. Y, sobre todo, se ocultan los aspectos más clínicos, los que, a partir de la historia clínica, nos hablarían de la necesidad de enfatizar en la prevención y la investigación clínica aplicada.
Esta tendencia globalizante, que privilegia la macroeconómica sobre los aspectos microeconómicos, nos aleja no solamente de las rutas económicas acertadas a la hora de evitar el derroche, sino que nos introduce en las tinieblas de la incertidumbre. Una visión confinada a medir todo lo relacionado con la salud en términos contables sin evaluar resultados está condenada al fracaso.
De ahí la importancia que han adquirido las técnicas de gestión dirigidas a obtener el máximo provecho de los recursos disponibles y a elaborar criterios válidos respecto a la asignación del presupuesto. Por otra parte, esa visión reduccionista se empalma con la deshumanización causada por el ya mencionado complejo industrial-farmacéutico.
Ahora bien: de lo que se trata es de construir una “economía de la salud”, en tanto ciencia que se ocupe de la escasez de recursos en la atención sanitaria. Los recursos a asignar son limitados y las deudas ocasionadas por la persistente ausencia de un sistema sanitario, son inmensas.
El cambio de significado de las palabras da lugar a expresiones que traicionan su especificidad y sobrepasan situaciones atribuidas a criterios de traducción. Como ejemplo, citemos que “política sanitaria” viene del inglés “health policy”. Sin embargo, en castellano no tenemos la distinción entre “policy” y “politics” que tiene el idioma anglosajón. ¿El no tener un término propio al inglés “policy”, que al mismo tiempo difiera de la traducción “politics”, enturbia nuestra capacidad de pensar la política sanitaria como algo específico y fundamental? Es probable.
De lo que se trata es que la medicina, como decía Rudolf Virchow, “se enlace a la economía y a la política” pero no que sea cooptada por éstas, transformando al paciente en insumo del mercado. Recordemos que, a su vez, el médico en la actualidad se convierte en un profesional que trabaja a destajo y a prisa, por volumen y no por resultado. No podemos depender primordialmente del pensamiento economista. La ciencia debe ser la guía. Ya lo afirmó el investigador argentino Marcelino Cereijido: “en los países subdesarrollados, ante un problema van a pedir ayuda a los economistas. La ciencia es invisible para el analfabeto científico. Analizan sólo los aspectos económicos y se olvidan de la ciencia”.

SOBRE ARTE, MIEDO Y GUERRA
Para superar esta situación, hay que crear un nuevo modelo, que apele a las mejores fuentes de conocimiento. Valga como ejemplo contar una vieja leyenda china, protagonizada por un integrante de una familia de sanadores, que dice lo siguiente: “Mi hermano mayor ve el espíritu de la enfermedad y lo elimina antes de que cobre forma. Así su fama no va más allá de las puertas de su casa, El segundo de mis hermanos cura la enfermedad cuando todavía es muy leve. Así, su fama no se extiende más allá de su vecindario. En cuanto a mí, perforo venas, receto pociones y masajeo la piel. De esta manera, mi fama se extiende y llega a los oídos de los nobles”. Esta historia, que forma parte del núcleo central del “arte de la sanación” en China, implica que, el primer hermano representa la sagacidad, el segundo la celeridad y el tercero la destreza.
Una nueva configuración sanitaria debe, por lo tanto: a) ser lo suficientemente sagaz como para erradicar un mal antes de que éste tome forma definitiva. b) tener celeridad, solucionando el problema, una vez desarrollado, en el menor tiempo posible. c) potenciar la destreza técnica, para poder conjurar los males ya más avanzados.
Estas características del “arte de la sanación” tienen un paralelo con las ideas expresadas por Sun Tzu en El arte de la guerra. Este libro célebre, en semejanza con la sabiduría médica, reconoce que:

  • anular los complots de los enemigos es como mantener la salud para que sea resistente a la enfermedad.

  • desbaratar sus alianzas es como evitar el contagio.

  • atacar a sus fuerzas armadas es como tomar medicinas.

  • asediar sus ciudades es como aplicar la cirugía.

HABLEMOS DE LA SITUACION ARGENTINA
A vuelo de pájaro, encontramos las siguientes características, dentro del campo sanitario. En primer término, una fragmentación de la atención médica, ilustrada en múltiples instituciones relacionadas con la salud y en la desconexión entre distritos. Como un espejo roto en varios pedazos no puede cumplir correctamente su función de reflejar una imagen, un panorama en el que caóticamente conviven hospitales públicos, prepagas, clínicas privadas, diferentes jurisdicciones, falta de diálogo entre autoridades, etc., jamás puede mostrarnos un campo sanitario coherente.
En segundo lugar, detectamos una autonomización de ciertos sectores relacionados con la salud. ¿Qué significa esto? Que, distintos grupos o instituciones, se transforman en castas autónomas de las autoridades, se creen dueñas de su destino y evitan cualquier rendición de cuentas y sujeción a normas superiores. Presumen de su independencia, pero de lo que son realmente independientes es del compromiso con el resto de la sociedad.
Otro aspecto a tener en cuenta es el de la subsidiariedad. Por este principio, cuando una autoridad local, o un grupo de particulares no pueden solucionar un problema, debe intervenir una instancia más abarcativa (el Estado Nacional) para dar solución al tema. En una Argentina con varias provincias con históricos indicadores de pobreza y atraso, la subsidiariedad es inevitable. Y por sus propias urgencias específicas, el campo de la salud demuestra la importancia de ese principio.
Estas tres características de la situación sanitaria del país (fragmentación, autonomización y ausencia de subsidiariedad), hacen imprescindible la concreción de un “acuerdo sanitario”. Dicho acuerdo, que involucraría a todos los sectores fundamentales relacionados con la salud, sería la base para diseñar un sistema sanitario justo y eficiente.
Ignorar conceptos como el de subsidiariedad o el de autonomización, nos lleva sin proponérnoslo a bloquear las características intrínsecas de términos como federalismo o políticas de Estado. Si eso sucede, nos quedamos en la doxa (opinión) sin llegar al episteme (conocimiento). Y comprender la esencia del problema es la clave de la solución.
En el ámbito de la salud, en cualquier época, siempre se puede descender un escalón más. Por lo tanto, participar en la construcción de lo sustentable es obligatorio. De lo contrario, seguiremos viviendo siglos de miedo.

 

Ignacio Katz, Doctor en Medicina (UBA), Autor de: “En búsqueda de la Salud Perdida” (EDULP, 2006). “Argentina Hospital, El rostro oscuro de la salud” (Edhasa, 2004). “La Fórmula Sanitaria” (Eudeba, 2003).

 

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