Mi
objetivo se había centrado en
abordar los equilibrios y los
desequilibrios en salud entre los
modelos de Estados Unidos de
Norteamérica respecto de los Europa,
pero las circunstancias me obligan a
realizar un abrupto corte a efectos
de tratar la gravedad de la crisis
que transita el mundo y por ende la
salud de la población marginada,
aislada, empobrecida, e incluso de
los que aún permanecen incluidos.
Ha sucedido que aquello que se
vaticinaba desde distintos sectores,
finalmente acaeció… errores
acumulados durante la gestión
política y económica del primer
mundo durante los años noventa y el
inicio del nuevo siglo han dado como
consecuencia la crisis económica que
ha estallado al modo de una olla a
presión, con nosotros dentro.
Por estas horas nadie que esté en su
sano juicio podrá omitir la gravedad
de la coyuntura expresada en
empresas en crisis extrema,
desempleo, temibles desequilibrios
financieros, quiebras de entidades
bancarias, pérdida de fuentes
laborales, pérdida de hogares a
manos de instituciones que han
manipulado hipotecas a efectos de
desmerecer los esfuerzos ajenos…
todo ello multiplicado por cientos
de miles de casos, que dan como
consecuencia directa millones de
personas caídas de un sistema
indudablemente inequitativo y
perverso.
La circunstancia impone reflexión,
moderación, concertación,
adaptabilidad, factores
imprescindibles para crear un nuevo
modelo social y financiero para un
mundo en crisis severísima. No
obstante ello, se observan carencias
políticas suficientes como para
pretender sostener el modelo caduco
pre-existente a cualquier precio.
Léase, los miles de trillones que se
pretenden volcar al embudo para
salvar lo insalvable no traerá otra
cosa que más caos, acrecentando la
crisis e instalándola por lapsos
prolongados. No hay que ser un genio
de las matemáticas ni otro de la
física para asumir con criterio que
cuando un sistema pierde
dramáticamente su punto de
equilibrio (desplazamiento por fuera
del modelo) no hay regreso…
No obstante ello, parece que el
virtualismo impuesto en el mundo no
habilita a asumir que el problema ya
no son las empresas, tampoco los
bancos, insalvables por cierto
porque se ven sometidos a variables
que nadie tuvo la valentía de
describir y enseñar, mucho menos
prever en modelos de simulación con
variables manipuladas para que todo
apareciese “lindo” en los power
point. Ciertamente, el problema lo
constituyen las personas, las gentes
que ayer, hoy o mañana se verán (nos
veremos) golpeados frontal o
tangencialmente, padeciendo las
consecuencias de un sistema
económico aberrante que fue diseñado
para generar exclusión sin
vislumbrar que un día alcanzaría a
sus propios mentores.
Hoy por hoy no tiene caso salvar a
empresas automotrices en un mundo
donde las mayorías no tienen
suficiente o ningún alimento, agua,
servicios esenciales, salud ni
educación. Esto que otrora mostraba
focos aislados se ha transformado en
constante, mal que nos pese.
Los genios de la economía que
imponían “recetas” a países como el
nuestro han puesto de manifiesto de
manera fehaciente sus errores de
apreciación, sus fallas a la hora de
establecer métodos y sus
incapacidades a la hora de
gestionar. Pero la cuestión no
concluye allí ya que el daño hecho
es de tal magnitud que no se limita
a una mera cuestión económica.
En efecto, las “recetas” de muchos
organismos internacionales que
participan de la planificación en
políticas sanitarias, no ha sido
mejor… por el contrario, demuestran
adolecer de las mismas y penosas
deficiencias. Las entelequias de la
comodidad de los escritorios han
demostrado no ser funcionalmente
propicias para abordar las
realidades y mucho menos
operativamente eficientes, por ende
ineficaces…
Las personas (sociedades incluidas)
en condiciones óptimas de salud son
cada vez menos, aún cuando no lo
queramos aceptar. Hoy, la CRISIS
GLOBAL se traduce como RIESGO
HUMANITARIO y esto debiera llamar a
la reflexión a los gobiernos, a sus
funcionarios políticos y a los
técnicos, asumiendo que una revisión
de urgencia se hace necesaria.
Cabría preguntarse aquí cuántos
errores de apreciación se han
acumulado en la obviedad de
despreciar políticas públicas
imprescindibles para atender
demandas genuinas que al verse
transferidas y desplazadas se han
convertido en un tsunami de
“demandas contenidas” que amenazan
gravemente a los sistemas
asistenciales que transitan sus
respectivas gestiones con recursos
ultralimitados por decisiones
políticas carentes de sentido común.
Esto se traduce de manera
ciertamente simple: para que los
números queden en negro (“bonitos”)
en los libros contables se
sacrifican las necesidades de los
muchos. Demencial, sin duda alguna.
Los ejemplos de la gravedad de las
consecuencias de inadecuadas
observaciones y peores
planificaciones afloran a modo de
las burbujas del agua hirviendo, por
todos lados, estallando en las
narices de aquellos que supieron
expresar sus soberbias académicas
defendiendo lo que a todas luces era
indefendible.
Ahora bien, los modelos del seguro
social en todo el mundo se
sustentaban con aportes personales y
patronales administrados a través de
instituciones sindicales o sus
entidades sociales que ahora se ven
afectados por el brutal impacto de
la ausencia de aportes suficientes…
¿qué pasará con estos modelos?... no
hace falta ser genio de lámpara para
vislumbrar un pronto ocaso y un
mayor daño social.
Luego de ello la pregunta que se
impone es: ¿qué será de la suerte de
las personas que se vayan cayendo
del sistema?... esencialmente, ¿qué
será de su salud?... la clase
política del grupo del G-20 ha
asumido con ingenuidad sorprendente
que la solución está en
nacionalizar, y volcar papeles con
forma de dineros en una tolva sin
fin.
La única solución prudente es
reconstruir la SALUD PUBLICA en todo
el orbe, estructurada en base a
demandas ciertas y como consecuencia
de ello, fundada en presupuestos
genuinos, para poder brindar una
cobertura que asegure que aquello
que está ocurriendo en el mundo
puede o podrá ser evitado. ¿A qué me
refiero?...
Desde hace algunos años (2003) se
comenzó a hacer evidente que el
perfil infectológico del planeta que
habitamos (único, por otra parte) se
estaba modificando progresiva pero
dramáticamente. La aparición de la
gripe aviaria (SARS) entre otras
novedades puso en alerta al sistema
sanitario a través de denuncias
emanadas desde distintos centros
científicos y académicos, incluyendo
en ellos a la Organización Mundial
de la Salud.
La movilización fue significativa y
bien puede ser calificada como
“responsable” ya que atinó a
informar en primera instancia y
formar a medida que avanzaba el
conocimiento de las alteraciones
detectadas y las que iban surgiendo.
Como consecuencia de la movilización
científica algunos de estos
problemas comenzaron a
circunscribirse sin poder definirse
ninguna de las situaciones como
“efectivamente controladas” pero sí
bajo un criterio de seguimiento que
una vez más podría tenerse como
“responsable”, aunque muchas veces
fuera de la consideración de las
políticas públicas (hablo del mundo,
no de la Argentina).
Los motivos de la aparición de
nuevas, extrañas mutaciones y
virulentas cepas no son del todo
conocidos en especial en lo que
respecta a sus fuentes, pero aun
cuando sea un secreto a voces no
escapa a los medios científicos que
algo tiene que ver el cambio
climático (quizás mucho) y un poco
(quizás mucho) la manipulación
genética de virus y bacterias en pos
del demencialismo de la guerra
bacteriológica, de hecho
impracticable si queda un dejo de
sentido común a los que se dicen
responsables… tengan el color de
bandera que sea.
La cuestión, llegado este punto es
que la SALUD de los marginados
(muchísimos) no es distinta ni
tampoco aislable de aquellos otros
que no lo son (pocos, cada vez
menos). Amerita entonces asumir que
las enfermedades que se están
propagando rápidamente por un mundo
donde no quedan fronteras demanda un
nuevo ejercicio de gestión pública,
cierto pero esencialmente eficiente
de cara al futuro.
Atender a unos pocos en desmedro de
los muchos ha demostrado no ser útil
al conjunto ya que los pocos se ven
afectados de manera semejante a los
muchos… en este contexto pretender
salvaguardar los intereses de las
corporaciones no aparece como muy
conveniente. Pero esto, que muchos
creen que pasará como una simple
tormenta, ha venido para instalarse
hasta licuar el sistema que le dio
origen. Quien crea lo contrario,
está equivocado.
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