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Columna


Relación médico-paciente, error médico y su papel en los cuestionamientos a los profesionales de la salud
Por el Dr Horacio E. Canto, Gerente de Administración de Riesgo, SMG Seguros
   

Nuestra sociedad ha experimentado muchos cambios hacia fines del siglo pasado. Uno de ellos es en relación al lugar que ocupaba el médico ante sus pacientes.
La progresiva socialización de la atención de la salud en los últimos años ha llevado a la pérdida progresiva de la figura histórica del médico de cabecera.
Aquel profesional que atendía a nuestros abuelos y padres, y era el referente de confianza de nuestras familias.
Ese médico de cabecera ocupaba “un lugar en el bronce”, ya que su opinión era aceptada en general sin cuestionamientos por los pacientes, circunstancia motivada en la confianza que en él se depositaba.
Los tiempos han cambiado, la sociedad ya no es la misma…
En especial, la atención de la salud es diferente de la de años atrás, influenciada sin lugar a dudas por factores socioeconómicos.
Los profesionales se han visto obligados en la mayoría de los casos a atender una gran cantidad de pacientes en un menor lapso, lo que ha llevado a cierta despersonalización de la relación médico paciente, llevando incluso a los médicos a recordar más a sus pacientes por la patología que los aqueja, que por su propio nombre.
No es González o Rodríguez, sino un cólico renal o una anemia.
Por la misma razón, también se ha generado en algunos casos una cierta deshumanización, llevando en ocasiones, cuando algo sale mal en el proceso de la atención, a una situación que metafóricamente pone a ambos integrantes “en veredas opuestas”, lo que en algunas circunstancias siembra la semilla para un cuestionamiento ya sea judicial o extrajudicial por “mala praxis“.
Analizando esta realidad actual, ello comienza en los últimos 25 años acentuándose en la última década cuando ya decididamente los pacientes se pusieron en un rol “de consumidores“.
En primer lugar quisieron saber si el estándar de atención había sido el adecuado, en segundo lugar cuando algo salía mal desearon explicaciones sobre lo sucedido, como así también en muchas circunstancias expresaron que -alguien debía hacerse responsable ante un eventual evento adverso con daño.
Todo lo desarrollado conduce a un nuevo escenario en el que se encuentra hoy nuestra actividad médico asistencial, habiéndose modificado no sólo las características de la relación, sino también los actores de la misma, con nuevas reglas de juego.
Es así, que adquiere una gran importancia para los profesionales de la salud en general, no minimizar el impacto que una mala relación médico-paciente-familia tendrá ante un resultado disvalioso en la práctica profesional.
Los médicos somos seres humanos que actuamos sobre seres humanos, o sea que podemos cometer errores y actuamos sobre máquinas no previsibles, como somos los seres humanos, por lo que un resultado adverso es una contingencia posible.
Por tal motivo y ante este nuevo escenario resulta muy importante que tengamos en cuenta que debe existir un verdadero compromiso con nuestros pacientes, ya que por más grande que sea un error cometido, si ellos perciben nuestra preocupación cuando el resultado no es el óptimo, acompañándolos con su familia hasta lograr su solución o minimizando su impacto negativo en la mayor medida posible, estadísticamente la frecuencia de reclamos se reduce considerablemente.
Por supuesto, si bien es conocido que en la mayoría de los reclamos está presente, subyacentemente, el deseo de una compensación monetaria, no siempre es así, por lo que esta realidad no invalida los importantes frutos que un profesional pueda cosechar al no demostrar indiferencia ante una complicación y actuando con diligencia y compromiso en pos de lograr la referida solución del problema acontecido.
Como corolario de todo lo referido previamente, mencionaré algunos conceptos volcados por los autores brasileños, Júlio Cézar Meirelles Gomes y Genival Veloso de França, en el libro “Iniciación a la Bioética”, 2005, y que resumen el núcleo de este importante tema:
“El médico representa el ser humano investido de la prerrogativa sobrehumana de mitigar el dolor, aliviar el sufrimiento y aplazar la muerte del semejante. Por eso, su error asume proporciones dramáticas, representa la negación del bien, pero nunca la intención del mal.
Cuando hay una asociación activa, bilateral, marcada por el respeto, por el afecto y por la transparencia y consumada bajo los auspicios de la autonomía, esa relación alcanza un elevado y perfecto grado de comprensión y tolerancia mutuas. No al punto de consentir errores de parte a parte, sino de transformar las fallas comprensibles y enseñar el ejercicio del perdón en la parte ofendida o por lo menos una respetuosa tolerancia.
Lo que más irrita al paciente y a su familia es la arrogancia del médico apoyada en su concepción de excelencia técnica. La arrogancia, unilateral y de arriba hacia abajo, es incompatible con la buena relación médico-paciente.
El meollo de esa relación depende del respeto bilateral, de la atención al paciente como un ser humano sustraído de su ambiente familiar y de su convivencia social de origen, rehén de una institución poco placentera, además de la amenaza de extrañas enfermedades, dolorosas o humillantes.”
Por lo que, en síntesis, si bien el error médico es una realidad incontrovertible, sus consecuencias pueden minimizarse, fortaleciendo la relación con nuestros pacientes, actuando con diligencia y comprometiéndonos ante un evento adverso, lo que redundará sin lugar a dudas en una disminución de todo tipo de cuestionamientos

 

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