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Columna


Rol de la telemedicina en la pandemia de coronavirus

Por el Dr. Gabriel Barbagallo (*)


La salud de cualquier país se organiza en base a datos estadísticos y cálculos actuariales. Cantidad de personas, distribución etaria, densidad demográfica, causas de muerte o patologías prevalentes son ejemplos de los tantos números que se necesitan conocer para planificar una estrategia de cobertura de salud, sea ésta nacional, provincial, municipal, pública o privada.
Pero en ninguno de esos cálculos hechos meses atrás aparecía la pandemia por Coronavirus como factor de alteración de un sistema que está en crisis, pero con un llamativo estado de equilibrio metaestable, que le permitió navegar por aguas turbulentas desde hace años. Y la pandemia llegó y el Covid-19 se instaló como una enfermedad tan temida por los sanitaristas desconocida por epidemiólogos e infectólogos. Y ocurrió todo de manera brusca.
En ese contexto, la telemedicina se instaló como una solución a distintas situaciones que el estado de confinamiento y aislamiento generó en la población. Como decíamos en nuestras comunicaciones previas a la pandemia, la telemedicina permite a más personas de todos los lugares del país acceder a la atención médica de calidad, como así también es una poderosa fuente de transmisión de avances científicos y conocimientos a los profesionales de cualquier parte del mundo.
Del mismo modo comprendimos que ante la situación general de cuarentena, muchas personas prefirieron diferir su consulta, un tema preocupante que compartimos con las distintas sociedades científicas y muchas otras pudieron poder resolver sus demandas de baja complejidad con la modalidad de video atención.
Y así fue como los sistemas de salud, los grupos de prestadores, las asociaciones de especialistas, los medios de comunicación y los colectivos de usuarios manifestaron la necesidad de habilitar los medios de atención remota en este escenario epidemiológico. En tanto las autoridades del Ministerio de Salud y la Superintendencia de Servicios de Salud generaron resoluciones al respecto.
No obstante, lo que para muchos puede parecer un avance fundamental en los objetivos de ACTRA -en tanto la aceptación por parte de usuarios, prestadores, sistemas y autoridades- me permito hacer algunas aclaraciones y poner ciertos reparos. Así como el estetoscopio no es la cardiología, el bisturí no es la cirugía ni el ecógrafo es el diagnóstico por imágenes, la telemedicina no es una disciplina per se.
En todos los casos se requiere de tres elementos: el primero es el profesional, factor irremplazable, que pone arte y ciencia al servicio de los pacientes y en el uso de las distintas herramientas que tiene a disposición. Pero al operador y a la herramienta debemos agregar el proceso, que es el conjunto de acciones que hace que toda práctica sea utilizada en forma eficiente y de acuerdo con las evidencias.
La telemedicina no es una especialidad médica, ni una nueva forma de hacer medicina, es sólo una herramienta al servicio de los profesionales de la salud y que requiere de ciertos estándares de calidad. Endiosar la telesalud sería tan riesgoso como ignorarla y dependerá de los profesionales, las instituciones y las autoridades sanitarias poner en la justa medida sus alcances y sus limitaciones.
Además, es bueno aclarar que la mayoría de las aplicaciones que contamos hoy en nuestros teléfonos celulares son herramientas muy efectivas de comunicación masiva pero no fueron creadas para el manejo de la salud y la enfermedad, ni cuentan con la posibilidad de resguardar la información de manera segura y confidencial.
Sin perjuicio de lo dicho anteriormente, es interesante comentar todas las acciones que las empresas de salud llevaron a cabo, muchas de ellas contrarreloj, para atender los emergentes de la pandemia. Como hemos dicho desde ACTRA, la actividad de la telemedicina puede dividirse en la Teleasistencia, el Telemonitoreo de poblaciones vulnerables y la Teleeducación.
La teleasistencia incluye todas las actividades de acción remota por medios seguros, donde un profesional se pone en contacto a través de una plataforma de videoconsulta con un paciente o con otro profesional.
En este escenario, contar con una herramienta rápida y segura para clasificar (triage) a los pacientes febriles o de riesgo epidemiológico, permite disparar los distintos protocolos como el de Covid-19 y el de Dengue, que sigue siendo un problema importante en nuestro país, y a partir de allí, hacer la pronta denuncia a las autoridades sanitarias de cada región.
La misma herramienta sirve también para el seguimiento de los contactos y de aquellos casos que por distintos protocolos no ingresan en internaciones institucionales, ya sea por aislamiento domiciliario o en hoteles.
Asimismo, la asistencia remota se constituyó en un canal para la atención de pacientes crónicos y para la continuidad de las psicoterapias individuales. La mayoría de las entidades prestadoras pusieron en marcha o incrementaron los sistemas de atención on line para sus pacientes.
Toda esta transformación hacia la virtualidad no sólo permite llegar a muchos más pacientes, sino que evita la circulación de gente, en especial del recurso humano de la salud y por ende la circulación del virus. Y como resultado de esto, reduce el uso de los equipos de protección personal, recurso crítico en estas semanas.
Con relación al Telemonitoreo, la crisis sanitaria nos encontró desprevenidos, ya que nuestro país no cuenta aún con sistemas desarrollados y probados de alarma domiciliaria que permita monitorear poblaciones de riesgo. Las distintas empresas de salud están llevando a cabo esta tarea con medios analógicos y con importante esfuerzo humano. Llamadas periódicas a grupos vulnerables y seguimiento por canales de comunicación tradicionales a personas preclasificadas reducen algunos de los impactos secundarios del confinamiento.
Por último, respecto de la Teleeducación, desde ACTRA recomendamos siempre obtener la información de fuentes seguras, no sólo a los profesionales que desde ya conocen a la perfección estos riesgos, en particular les pedimos a los pacientes y a los medios de información utilizar bibliografía confiable y oficial para no transformarnos en vehículos de noticias de escasa evidencia o incluso de fake news de dudoso cometido.
Estas son algunas de las actividades de telemedicina que la pandemia puso en marcha. Es posible que muchas de estas nuevas prácticas hayan arribado para quedarse, como muchos otros cambios que la sociedad deberá adoptar a partir del arribo del Coronavirus.
Una vez superada o una vez ingresado a una nueva normalidad, será el momento de poner en limpio todo aquello que tiene de bueno y eficaz la telemedicina: llegar rápido a la mayor cantidad de lugares sin desmedro de la necesidad de la presencia médica inicial o ulterior cada vez que el caso lo amerite, resolver desde herramientas de telemonitoreo el problema sanitario que representa la ancianidad, la soledad y las distintas vulnerabilidades y favorecer la actualización en tiempo real del conocimiento que las ciencias de la salud imponen.
Insistiremos en la necesidad de contar con una regulación de la actividad que brinde seguridad médica a los pacientes y seguridad jurídica a los profesionales e instituciones que la ejercen y de un organismo que acredite la calidad de las distintas tecnologías. Seguiremos avanzando en los sistemas de historia clínica digital y receta electrónica.
Participaremos en todos los foros y grupos de discusión acerca de la actividad e intentaremos despejar todas las dudas que pudieran seguir apareciendo y que desde ACTRA venimos pregonando: la telemedicina es una herramienta sanitaria eficiente y sustentable que no reemplaza al profesional de la salud, que como toda práctica debe generar una forma de remuneración para el profesional que la realiza y con la definición de sus buenas prácticas, debe estar al servicio de la gente
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(*) Gerente de Relaciones Institucionales y RSE de OSDE – Presidente de ACTRA – Asociación Civil de la Telemedicina de la República Argentina.

 

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