La salud de
cualquier país se organiza en base a datos estadísticos
y cálculos actuariales. Cantidad de personas,
distribución etaria, densidad demográfica, causas de
muerte o patologías prevalentes son ejemplos de los
tantos números que se necesitan conocer para planificar
una estrategia de cobertura de salud, sea ésta nacional,
provincial, municipal, pública o privada.
Pero en ninguno de esos cálculos hechos meses atrás
aparecía la pandemia por Coronavirus como factor de
alteración de un sistema que está en crisis, pero con un
llamativo estado de equilibrio metaestable, que le
permitió navegar por aguas turbulentas desde hace años.
Y la pandemia llegó y el Covid-19 se instaló como una
enfermedad tan temida por los sanitaristas desconocida
por epidemiólogos e infectólogos. Y ocurrió todo de
manera brusca.
En ese contexto, la telemedicina se instaló como una
solución a distintas situaciones que el estado de
confinamiento y aislamiento generó en la población. Como
decíamos en nuestras comunicaciones previas a la
pandemia, la telemedicina permite a más personas de
todos los lugares del país acceder a la atención médica
de calidad, como así también es una poderosa fuente de
transmisión de avances científicos y conocimientos a los
profesionales de cualquier parte del mundo.
Del mismo modo comprendimos que ante la situación
general de cuarentena, muchas personas prefirieron
diferir su consulta, un tema preocupante que compartimos
con las distintas sociedades científicas y muchas otras
pudieron poder resolver sus demandas de baja complejidad
con la modalidad de video atención.
Y así fue como los sistemas de salud, los grupos de
prestadores, las asociaciones de especialistas, los
medios de comunicación y los colectivos de usuarios
manifestaron la necesidad de habilitar los medios de
atención remota en este escenario epidemiológico. En
tanto las autoridades del Ministerio de Salud y la
Superintendencia de Servicios de Salud generaron
resoluciones al respecto.
No obstante, lo que para muchos puede parecer un avance
fundamental en los objetivos de ACTRA -en tanto la
aceptación por parte de usuarios, prestadores, sistemas
y autoridades- me permito hacer algunas aclaraciones y
poner ciertos reparos. Así como el estetoscopio no es la
cardiología, el bisturí no es la cirugía ni el ecógrafo
es el diagnóstico por imágenes, la telemedicina no es
una disciplina per se.
En todos los casos se requiere de tres elementos: el
primero es el profesional, factor irremplazable, que
pone arte y ciencia al servicio de los pacientes y en el
uso de las distintas herramientas que tiene a
disposición. Pero al operador y a la herramienta debemos
agregar el proceso, que es el conjunto de acciones que
hace que toda práctica sea utilizada en forma eficiente
y de acuerdo con las evidencias.
La telemedicina no es una especialidad médica, ni una
nueva forma de hacer medicina, es sólo una herramienta
al servicio de los profesionales de la salud y que
requiere de ciertos estándares de calidad. Endiosar la
telesalud sería tan riesgoso como ignorarla y dependerá
de los profesionales, las instituciones y las
autoridades sanitarias poner en la justa medida sus
alcances y sus limitaciones.
Además, es bueno aclarar que la mayoría de las
aplicaciones que contamos hoy en nuestros teléfonos
celulares son herramientas muy efectivas de comunicación
masiva pero no fueron creadas para el manejo de la salud
y la enfermedad, ni cuentan con la posibilidad de
resguardar la información de manera segura y
confidencial.
Sin perjuicio de lo dicho anteriormente, es interesante
comentar todas las acciones que las empresas de salud
llevaron a cabo, muchas de ellas contrarreloj, para
atender los emergentes de la pandemia. Como hemos dicho
desde ACTRA, la actividad de la telemedicina puede
dividirse en la Teleasistencia, el Telemonitoreo de
poblaciones vulnerables y la Teleeducación.
La teleasistencia incluye todas las actividades de
acción remota por medios seguros, donde un profesional
se pone en contacto a través de una plataforma de
videoconsulta con un paciente o con otro profesional.
En este escenario, contar con una herramienta rápida y
segura para clasificar (triage) a los pacientes febriles
o de riesgo epidemiológico, permite disparar los
distintos protocolos como el de Covid-19 y el de Dengue,
que sigue siendo un problema importante en nuestro país,
y a partir de allí, hacer la pronta denuncia a las
autoridades sanitarias de cada región.
La misma herramienta sirve también para el seguimiento
de los contactos y de aquellos casos que por distintos
protocolos no ingresan en internaciones institucionales,
ya sea por aislamiento domiciliario o en hoteles.
Asimismo, la asistencia remota se constituyó en un canal
para la atención de pacientes crónicos y para la
continuidad de las psicoterapias individuales. La
mayoría de las entidades prestadoras pusieron en marcha
o incrementaron los sistemas de atención on line para
sus pacientes.
Toda esta transformación hacia la virtualidad no sólo
permite llegar a muchos más pacientes, sino que evita la
circulación de gente, en especial del recurso humano de
la salud y por ende la circulación del virus. Y como
resultado de esto, reduce el uso de los equipos de
protección personal, recurso crítico en estas semanas.
Con relación al Telemonitoreo, la crisis sanitaria nos
encontró desprevenidos, ya que nuestro país no cuenta
aún con sistemas desarrollados y probados de alarma
domiciliaria que permita monitorear poblaciones de
riesgo. Las distintas empresas de salud están llevando a
cabo esta tarea con medios analógicos y con importante
esfuerzo humano. Llamadas periódicas a grupos
vulnerables y seguimiento por canales de comunicación
tradicionales a personas preclasificadas reducen algunos
de los impactos secundarios del confinamiento.
Por último, respecto de la Teleeducación, desde ACTRA
recomendamos siempre obtener la información de fuentes
seguras, no sólo a los profesionales que desde ya
conocen a la perfección estos riesgos, en particular les
pedimos a los pacientes y a los medios de información
utilizar bibliografía confiable y oficial para no
transformarnos en vehículos de noticias de escasa
evidencia o incluso de fake news de dudoso cometido.
Estas son algunas de las actividades de telemedicina que
la pandemia puso en marcha. Es posible que muchas de
estas nuevas prácticas hayan arribado para quedarse,
como muchos otros cambios que la sociedad deberá adoptar
a partir del arribo del Coronavirus.
Una vez superada o una vez ingresado a una nueva
normalidad, será el momento de poner en limpio todo
aquello que tiene de bueno y eficaz la telemedicina:
llegar rápido a la mayor cantidad de lugares sin
desmedro de la necesidad de la presencia médica inicial
o ulterior cada vez que el caso lo amerite, resolver
desde herramientas de telemonitoreo el problema
sanitario que representa la ancianidad, la soledad y las
distintas vulnerabilidades y favorecer la actualización
en tiempo real del conocimiento que las ciencias de la
salud imponen.
Insistiremos en la necesidad de contar con una
regulación de la actividad que brinde seguridad médica a
los pacientes y seguridad jurídica a los profesionales e
instituciones que la ejercen y de un organismo que
acredite la calidad de las distintas tecnologías.
Seguiremos avanzando en los sistemas de historia clínica
digital y receta electrónica.
Participaremos en todos los foros y grupos de discusión
acerca de la actividad e intentaremos despejar todas las
dudas que pudieran seguir apareciendo y que desde ACTRA
venimos pregonando: la telemedicina es una herramienta
sanitaria eficiente y sustentable que no reemplaza al
profesional de la salud, que como toda práctica debe
generar una forma de remuneración para el profesional
que la realiza y con la definición de sus buenas
prácticas, debe estar al servicio de la gente
.
(*) Gerente de Relaciones Institucionales y RSE de OSDE
– Presidente de ACTRA – Asociación Civil de la
Telemedicina de la República Argentina. |