Se acerca un año electoral y con
ello una oportunidad para mejorar la
salud en la Argentina. Es posible
que nuestra clase política esté
mejor predispuesta a escuchar a los
que viven día a día los problemas,
las falencias y las distorsiones que
afectan al sistema sanitario. Y que
bien conocen sus fortalezas y
virtudes.
La salud ha dejado de ser un tema
marginal para la sociedad que contó
con una poderosa herramienta para
enfrentar la pandemia. Quien asuma
en diciembre de 2023 tendrá que
atender la demanda de la sociedad de
estar respaldada por un sistema
sanitario sólido, sin las fisuras
que hoy lo resquebrajan tanto en el
subsector público, como en el
privado y la Seguridad Social.
Será el momento de revisar varias de
las decisiones erradas que desde los
tres poderes del Estado se vienen
tomando desde hace décadas. Pero no
hay lugar para ensayos extremos y
compulsivos.
La emergencia que atravesó el país
-y que continúa amenazando con
repetirse- dejó una enseñanza: no es
una buena decisión tener a la salud
privada y a la Seguridad Social
indefensas.
La gestión de la Superintendencia de
Servicios de Salud en este último
año sentó un importante antecedente
al medir e informar la evolución del
gasto en salud en un índice de
Costos de Salud como dato
fundamental a la hora de actualizar
los ingresos del sistema.
Las disparadas del dólar que
impactan en los insumos y equipos,
la alocada carrera ascendente del
costo de los tratamientos especiales
(cada vez de mayor incidencia) y la
inflación que deteriora los sueldos
deben, necesariamente,
corresponderse con los ingresos del
sistema privado.
Pero claramente subsistir en el
corto plazo no alcanza para
enfrentar los desafíos que nos
esperan a la vuelta de la esquina:
los costos millonarios de los nuevos
tratamientos, el envejecimiento de
la población, el avance de las
enfermedades crónicas, la
posibilidad de nuevas epidemias, y
la falta de transparencia y control
de proveedores de insumos médicos,
entre otros.
Para lograr la sustentabilidad de
todo el sistema a largo plazo es
necesario, entre otros aspectos, un
PMO en base a prioridades y
posibilidades de financiamiento.
Se deben generar órganos de
concertación de niveles estatales y
sector privado para convenir
regulaciones y compromisos
interestatales o estatal-privados.
En estos órganos también deben tener
voz los usuarios del sistema.
Es necesario crear un fondo para
financiar enfermedades
catastróficas. La cobertura se debe
regular en forma racional y su
atención -en todos los subsectores-
debe realizarse según protocolos
validados a nivel nacional, basados
en la evidencia y utilizando
tecnologías evaluadas y aprobadas
por las más prestigiosas agencias
internacionales para terminar con la
judicialización de la salud.
Para hacer una reforma que funcione,
primero hay que ordenar el sistema,
corrigiendo sus distorsiones.
Desde CEMPRA estamos trabajando con
nuestros equipos para presentar
propuestas fundadas, que aporten
ideas, que sumen conocimiento y que
contribuyan a alcanzar soluciones
aplicables que permitan devolver
equilibrio al sistema, fortalecerlo
y poder brindar una respuesta más
eficiente y equitativa a las
necesidades de atención sanitaria de
los argentinos.
(*) Presidente de la Cámara de
Entidades de Medicina Privada
(CEMPRA) - Miembro de la UAS. |