Sabemos que el costo (y el precio)
de los servicios de atención de
salud se incrementan (en nuestro
país y en otros) no solo en mayor
proporción que la inflación si no
por su dinámica de crecimiento
propia, dada por factores tales como
el mayor conocimiento científico, el
desarrollo tecnológico, el mayor
conocimiento de los usuarios con el
incremento de sus demandas, etc.
Y a la inversa de lo que sucede en
casi todos los demás sectores, la
incorporación de tecnología de punta
no abarata costos ni precios si no
que los incrementa.
Así, la llamada “economía de salud”
ha adquirido un perfil propio y
parece que cada vez se diferencia
más de las restantes disciplinas de
la misma especie. Ello por el hecho
que aquí media la salud y la vida de
las personas, como centro y
contexto, lo que más incide en esta
diferenciación y la hace tan
sensible para la sociedad.
Pero se está ensanchando la grieta
(por usar una expresión de moda)
entre lo que es humanamente
necesario y lo que es económicamente
sustentable.
Esto no es nada nuevo y a lo largo
de siglos se fueron buscando
mecanismos destinados a zanjar el
problema, y así tal, nuestro sistema
de OOSS se desarrolló como un
instrumento más o menos específico
dentro de la Seguridad Social en
general, para sustento financiero de
la cobertura en salud de grupos
definidos; en nuestro país,
fundamentalmente de la mano de los
sindicatos ya desde el siglo XIX.
Pero el sistema de salud se ha
fragmentado, como todos sabemos, y
peor, incluyendo el propio
subsistema de OOSS. Esta
fragmentación es nuclear para
fomentar la ineficiencia relativa
del sistema, poniendo en riesgo su
aceptable eficacia.
Parafraseando lo dicho en un
programa de actualidad de la TV, en
las OOSS “nos estamos enfermando de
diagnósticos”. Luego -como suele
decir un colega- las soluciones
habrían de venir de la mano del
“señor hay que…”.
Hay que hacer esto y aquello y lo
otro, siempre el “hay que…” sin
puntualizar quienes, cómo, cuándo,
con qué, etc. Son muchos quienes
tienen o creen tener soluciones pero
tienden a chocar con los hechos
concretos, de los que unos pocos
sirven como ejemplos, tales como el
precio de nuestro PMO que ronda los
$ 6 a 9 mil per cápita (requiere un
salario mínimo de cerca de $ 200.000
cuando según el RIPTE el sueldo
promedio es de unos $ 156.000), hay
medicamentos cuyo valor ya supera en
400 mil dólares al Zolgensma (el
Libmeldy por caso) y cerca del 50%
del FSR se consume en prestaciones
de discapacidad, muy especialmente
en traslados por automotor y
prestaciones educativas, gasto que
viene en una tendencia ascendente y
se inclina a conformarse en una
suerte de Pareto en los recursos y
reintegros del Fondo.
Con muchos etcéteras. Por ejemplo,
la ley de cobertura de las
enfermedades poco frecuentes:
éticamente impecable. Obvia un
detalle: de dónde saldrá el dinero
para pagar.
Es muy grande la tentación de caer
en el “hay que…” y seguramente todos
habríamos de tener ideas
resolutivas. Nunca va a faltar la
sempiterna invocación a la
eficiencia en el uso de los
recursos, expresión estereotipada
volcada a veces en discursos rayanos
con la tontería.
Más razonable parece ser la
invocación a la efectividad, grado
real o expresión práctica de la
eficacia, tanto de las
intervenciones asistenciales como de
la gestión, pero para ello es poco
probable que nuestro actual modelo
de salud vaya a ser lo
suficientemente idóneo.
Un modelo extraño porque todos los
actores tienen algo de razón: los
proveedores de servicios intentan
maximizar sus beneficios, los
usuarios quieren maximizar la
calidad asistencial que reciben y
los financiadores buscan optimizar
los recursos que administran.
¿Todo esto junto y al mismo tiempo?
¿Realmente alguien piensa que ello
es posible con este modelo que más
que fragmentado está hecho un picado
en innumerables pedazos?
Está claro que hemos llegado al
límite entre lo que debe hacerse
éticamente y lo que el actual
sistema de OOSS y aún el de Prepagas
pueden financiar. Lo único que
parcialmente al menos podría brindar
un resquicio a este problema no es
sino un cambio de modelo.
Un cambio del actual modelo implica
no solo la decisión política de
llevarlo a cabo si no el compromiso
de su extensión en el tiempo más
allá del color del gobierno de
turno. Implicaría además enfrentar
las resistencias al cambio propias
de quienes tienen todos los
intereses puestos en cada subsector,
además de los factores culturales e
históricos que son parte de él.
Si comenzáramos ahora llevaría no
menos de una década.
Algunas propuestas paliativas -que
no son excluyentes entre sí- pueden
intentarse:
-
Que los gastos en educación y
transporte de las personas con
discapacidad lo asuman los
respectivos ministerios o la
ANDIS, como lo requieren desde
hace tiempo las OOSS y
sindicatos.
-
Un
fondo de coberturas de
prestaciones de “alto costo y
baja incidencia” con aportes del
FSR, las propias Prepagas, el
Tesoro Nacional y OOSS de otros
subsistemas. Requiere
integraciones que no a todos
pueden gustarle.
-
Crear un observatorio de estudio
de costos de producción de
servicios e insumos para tratar
de dejar que el sistema de OOSS
sea precio-referente.
-
Una política de precios fijos y
uniformes para los medicamentos
como ya la hubo en otros años.
-
Que la SSSalud elabore
periódicamente un listado de
precios tentativos, no
vinculante, de las prestaciones
más habituales o de las del PMO
o la Canasta, si esta se diseña.
-
Un seguro público (mejor que los
varios que ya se intentaron años
atrás y cuyo fracaso ha sido
todo un éxito) cuyo desarrollo
debería superar más de un
período de gobierno.
-
Un ente estatal para la
producción de medicamentos de
alto consumo, no protegidos por
patentes, para todo el país (al
estilo de los que funcionan en
varias provincias).
Aun
en el pesimismo se pueden hacer
varias cosas. O no se hará ninguna
si no hay decisiones y acuerdos
políticos y solo continua- remos con
los parches y las discusiones sobre
cómo se distribuye el FSR o cuanto
se paga el día cama o la unidad
bioquímica o la consulta o la
cápita.
Seguir solo con eso será repetir la
historia, decir lo mismo con
palabras diferentes, continuar
el/los mismos diagnósticos de
siempre con expresiones
grandilocuentes y vacías, hacer lo
de siempre para continuar siempre
igual….
Más tarde o más temprano habrá que
elegir.
(*) Obra Social del Personal de la
Construcción – OSPeCon.
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