Utopía: no hay mejor palabra para definir lo que nuestra
sociedad ha elegido, en forma aspiracional, en las últimas
elecciones, luego de agotar su larga espera. Pasaron cinco
siglos desde que Tomás Moro mencionó este término que no podría
ser mejor definido que por su etimología: un “no-lugar”. En su
obra hace referencia a un ideal inalcanzable, un mundo perfecto
en el que todos los aspectos de la sociedad funcionan en armonía
y felicidad.
Las propuestas libertarias tienen este carácter, aparecer como
ideales, pero como “La Utopía” son inalcanzables. Esa sociedad
perfecta, justa, donde todo discurre sin conflictos y las
fuerzas del mercado y el deseo definen las tendencias, no hay
pruebas de que pueda llevarse a la práctica.
Lamentablemente las limitaciones de la realidad, la naturaleza
humana, las estructuras sociales, las injusticias en el punto de
partida, y las diferencias de opinión, requieren algo más que
sueños idealistas, requieren de planes, de estrategias y de
acciones posibles en los contextos que deben desarrollarse.
Un sistema de gobierno regulado completamente por el mercado
podría parecer atractivo en teoría. Sin embargo, este enfoque
ignora una serie de aspectos prácticos y éticos. Esta mirada que
prioriza el mercado no tiene en cuenta las desigualdades. La
salud es un área en las que el acceso igualitario y el cuidado
de todos los individuos es esencial.
En la Argentina, la salud se incorporó en 1994 como derecho
constitucional, como lo han hecho muchos otros países. Esto no
llevó a resolver los problemas del sistema que sigue fragmentado
y con muchas desigualdades, pero implementar un sistema de salud
puramente basado en el mercado chocaría, no solo di- rectamente
con este derecho, sino que incrementaría la exclusión.
La regulación puramente basada en el mercado podría llevar a una
situación donde solo aquellos con recursos financieros
significativos puedan acceder a una atención médica de calidad,
dejando atrás a los más necesitados. La creencia de que un
subsidio a la demanda redistribuyendo los recursos existentes
garantizaría el acceso de todos es un análisis ligero.
Las preocupaciones en torno a este modelo se pueden sintetizar
en las referencias a las restricciones normativas, las
restricciones a la accesibilidad a una prestación de calidad, y
el aumento de la inestabilidad laboral del personal de salud.
Restricciones normativas
Al ser este un país federal y la salud estar reguladas por las
provincias, sin un cambio a nivel provincial, el efecto de las
medidas se limitaría a unos pocos hospitales nacionales y
afectaría a la seguridad social y al PAMI. Esta asimetría de
implementación conduciría a más fragmentación y desigualdades.
Restricción a la accesibilidad
Al eliminar el aporte de fondos públicos a los hospitales y
fomentar el financiamiento de la demanda, es probable que se
impulse la privatización de muchos servicios de salud o su
cierre por desfinanciación. Esto podría resultar en la reducción
de servicios esenciales en busca de maximizar las ganancias. La
reducción de servicios públicos y la falta de recursos para
sostenerlo podrían llevar a la escasez de personal médico, la
reducción de camas disponibles y la limitación de tratamientos y
procedimientos.
Esto perjudicaría a aquellos que no pueden permitirse el lujo de
acudir a proveedores privados, y contar con los medios
financieros para cubrir las diferencias entre el aporte del
seguro y los costos de su atención.
No es claro en este modelo como se resuelve el acceso a
prácticas de alto costo. Asimismo, un modelo sin regulación,
basado en la rentabilidad y el mercado puede promover prácticas
con escaso sustento en evidencia científica.
Inestabilidad laboral y
condiciones de trabajo para el personal de salud
Al reducirse la financiación pública a hospitales, y predominar
en el sistema el modelo de pago por prestación, o productividad,
los trabajadores de la salud podrían enfrentar una mayor
inestabilidad laboral y condiciones de trabajo precarias.
Esto profundizaría el pluriempleo que hoy alcanza a
prácticamente todos los/las médicos/as con una media de 3,5
trabajos y al 60% del personal de enfermería con dos trabajos.
Además, podrían aparecer recortes de personal en áreas poco
productivas lo que no quiere decir que no sean esenciales como
la emergencia o los cuidados críticos y por ende cargas
laborales más pesadas. Toda esta combinación podría afectar la
calidad de la atención brindada.
En resumen, mientras que la propuesta de cambiar de un modelo de
subsidio a la oferta a un modelo de subsidio a la demanda podría
tener ciertas ventajas en términos de elección y competencia,
también presenta una serie de desafíos y problemas potenciales.
La implementación plena de esta idea se encuentra con de- safíos
prácticos y éticos. La restricción de servicios, la desigualdad
en el acceso, la reducción de la calidad asistencial con alto
impacto en el capital humano en salud, son algunas de esas
barreras.
La búsqueda de la utopía puede ser un impulso valioso, pero
también es importante reconocer las limitaciones y trabajar
hacia sistemas que equilibren eficiencia sin vulnerar los
derechos de los ciudadanos y contribuir a construir una sociedad
más justa y equitativa.
Hay para ello numerosos ejemplos de cómo construir sistemas que
aseguren mejores resultados en salud sin apelar al mercado como
regulador
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