El elogio habitual de mi madre cuando conoce a una
persona que le cae bien, es decir que es muy normal. Ser
una persona “normal” sería ser “gente de bien”, pensar
lo “normal”, lo de siempre, lo esperable.
Suena razonable ya que finalmente ser “anormal” siempre
ha sido un insulto, alguien que vive o piensa “fuera de
la norma”.
Caetano Veloso en su fantástico tema “Vaca Profana”, nos
regala otra mirada diciendo que “nadie de cerca es
normal”. A medida que nos acercamos más al conocimiento
de una persona, mejor podemos ver su singularidad,
riqueza y profundidad. En definitiva, llegar a
acercarnos a la punta del iceberg de ese misterio que
somos cada uno de los seres humanos.
Filosofaba sobre este debate imaginario entre mi madre y
Caetano, mientras pensaba en cómo había sido el año 2022
para el sector de las obras sociales y la medicina
prepaga.
Viniendo de dos años tan atípicos como fueron el 2020 y
2021, lo primero que me surgió es que habíamos vuelto a
tener un año “normal”.
El año 2020 la pandemia sacudió al mundo y nos cambió en
muchos aspectos.
En el sector tuvimos que adaptarnos rápidamente a operar
en forma remota y monitorear permanentemente que las
coberturas y el acceso a las prestaciones estén a la
altura de las circunstancias. Avanzamos
significativamente en consultas médicas virtuales,
receta digital y portales y aplicaciones de autogestión.
Creo que salimos medianamente bien parados según la
opinión de nuestros usuarios.
El año 2020 tuvo muy poco de esa “normalidad” que tanto
elogia mi madre.
En el año 2021 tuvimos un desborde del gasto. Los
usuarios salieron en forma masiva a realizarse chequeos,
consultas y estudios médicos que no habían realizado el
año anterior. Las prestaciones médicas, odontológicas y
de salud mental crecieron en exceso, finalizando el año
con tasas de utilización en niveles “anormales”.
Algunos prestadores médicos, ante la merma de
clientes/pacientes durante la estricta cuarentena del
año 2020, comenzaron a utilizar eficientemente
herramientas de marketing digital para promover el uso
de los servicios que prestan, en especial todo lo
relacionado a estudios preventivos.
Esta utilización “anormal” de los servicios de salud
estuvo combinada con un significativo atraso en los
precios de los planes. Ante la compleja situación
económica vivida durante la pandemia, los aumentos
autorizados por el gobierno fueron muy bajos comparados
con la inflación. Mientras que la inflación acumulada de
estos dos años fue de 105%, el aumento autorizado a las
Entidades de Medicina Prepaga (EMP) fue de 62%.
Podemos todos imaginar las importantes pérdidas
económicas que las EMP tuvieron con este “choque de
planetas” de consumo postergado y precios atrasados.
Otro año muy “anormal”.
En una primera mirada del 2022, se tiende a pensar que
se volvió a la “normalidad”. Las tasas de utilización,
por ejemplo, volvieron a parecerse a las del año 2019.
Sin embargo, como sugiere Caetano Veloso con las
personas, si miramos más de cerca nos encontramos que
tiene poco de “normal”. Comencemos con lo sucedido a
fines de octubre.
A mediados de año, para evitar la subjetividad y el
oportunismo político del gobierno de turno en el
otorgamiento de los aumentos a las EMP, el Ministerio de
Salud definió a través de la Resolución 1293-2022, un
índice para el ajuste de las cuotas. Una muy buena
medida sin duda que garantizaba previsibilidad y
seguridad jurídica. Los aumentos no se establecerían en
función al lobby y las negociaciones entre cámaras y
funcionarios de turno. Un índice técnico que, entre
otras virtudes, libera al Gobierno a exponerse
públicamente autorizando los aumentos.
El índice de incremento a partir de mitad de año fue el
producto de una matriz de costos con una incidencia
diferente según el componente del gasto. La incidencia
quedó establecida en un 52,4% en la variación de los
recursos humanos, un 12,2% de los medicamentos, un 17,2%
de insumos médicos y un 18,2% de otros insumos y gastos
generales.
Este nuevo índice reflejó en agosto un aumento del
11,34% y en octubre un 11,53%.
En diciembre el índice fue de 13,8%.
A fines de octubre, unos días después de comunicar este
incremento a los usuarios con más de 30 días de
anticipación como dice la ley, la vicepresidenta de la
Nación emitió un tweet.
Un solo tweet. Menos de 280 caracteres. Solo 256
caracteres para ser más precisos.
Decía lo siguiente:
“Resulta francamente inaceptable el nuevo aumento, esta
vez de dos dígitos (13,8%), que el Gobierno autorizó a
las empresas de medicina prepaga, y que de esta manera
suman el 114% anual de aumento otorgado. O sea, más de
un 20% sobre la inflación anualizada”.
En realidad, no fue uno solo. Hubo otro tweet, aunque
con el anterior ya bastaba.
El segundo decía:
“Oportuna y reservadamente, manifestamos nuestra opinión
contraria a seguir concediendo aumentos que afectan a
las familias argentinas en un servicio imprescindible
como el de la salud y que además agrava al proceso
inflacionario”.
Pocos días después de conocerse ese tweet, el gobierno
emitió a las apuradas dos DNU (decreto de necesidad y
urgencia) y dos resoluciones que vuelven a cambiar las
reglas de juego. Como se sabe, estos permanentes cambios
afectan considerablemente la tasa de inversión y el
consecuente desarrollo de nuestro país. Me ha tocado
trabajar para distintas empresas extranjeras que
invirtieron mayormente en los años 90 y luego se fueron
del país. Esta era una de sus mayores preocupaciones.
Terminando de escribir este artículo a mediados de
diciembre, aún no sabemos cómo se van a poder
administrar estos decretos. La improvisación y el apuro
traerán innumerables inconvenientes al sector,
incluyendo también a usuarios y prestadores.
Otra de las “anormalidades” de nuestro sector, es
continuar con la cobertura de medicamentos de alto
precio, inviable para muchas de las EMP. Lo “normal”,
como sucede por ejemplo en nuestros países vecinos Chile
y Uruguay, sería que fueran cubiertos por un fondo
nacional y no por las entidades.
Algunos ejemplos de medicamentos de alto precio para
tomar dimensión del problema son: Zolgensma de U$S 2,125
millones o el Spinrazza U$S 750 mil primer año y U$S 375
mil a partir del segundo de por vida, ambos para el AME
(Atrofia Muscular Espinal); el Zokinvy para Síndrome de
Hutchinson-Gilford con un costo de U$S 1,03 millones por
año o el Aduhelm para la enfermedad de Alzheimer a U$S
56 mil por año.
El gasto en medicamentos de una EMP que solía estar en
el orden del 20% del gasto total, hoy representa
alrededor del 30%. Lo mismo sucede con el gasto en
prótesis y estudios de diagnóstico. Todos crecen desde
hace muchos años por encima de los ingresos.
Una de las consecuencias no deseadas, es que
inevitablemente se destina año a año un menor porcentaje
del gasto en honorarios médicos. Muchos médicos dejan de
atender por prepaga o intentan cobrar un “plus” a los
asociados.
Con respecto al país, los indicadores no son
alentadores. Uno de los motores de crecimiento del
sector es la evolución del empleo privado registrado.
Ese motor esta apagado. El empleo privado registrado, se
encuentra prácticamente estancado desde hace 10 años. No
así el empleo público que creció un 32% en esos mismos
años.
Otro indicador es la variación del salario comparado con
la inflación que nos muestra dos datos muy relevantes.
Por un lado, el poder adquisitivo de los empleados en
relación de dependencia. Por el otro los ingresos de
aportes y contribuciones a las obras sociales.

Salvo en el año 2021, el poder
adquisitivo y el ingreso de aportes y contribuciones a
las obras sociales vienen por debajo de la inflación. En
estos 5 años el deterioro ha sido muy significativo.
Según el informe recientemente publicado de IPEGSA,
PROSANITY y la USAL, sobre un total de 290 obras
sociales nacionales, hay 140 que no reciben los ingresos
suficientes para poder cubrir el PMO (Programa Médico
Obligatorio). En términos de beneficiarios la situación
es mucho más grave aún, ya que estas 140 obras sociales
brindan cobertura al 77% del padrón de beneficiarios del
sistema. Una catástrofe sanitaria de la cual poco se
habla lamentablemente.
Es llamativo que el sector de las EMP sigue creciendo.
El relevamiento que vengo haciendo todos los fines de
año muestra que el sector está cerca de alcanzar los 8
millones de afiliados.

Pese al estancamiento del empleo
privado y la pérdida del poder adquisitivo, la medicina
prepaga es un aspiracional de la población y año a año
hace más esfuerzos para mantenerse o ingresar al
sistema. Puede verse con claridad que la tasa de
crecimiento era mayor cuando los salarios crecían por
encima de la inflación y se generaba empleo privado.
Este fin de año nos encuentra a todos unidos luego del
campeonato del mundo ganado por nuestra selección de
futbol. Mucho se viene escribiendo acerca de los valores
que lo llevaron al triunfo. Esfuerzo, liderazgo,
humildad, inteligencia y trabajo en equipo, son algunos
de esos valores que necesitamos para nuestro sector y
para el país.
Brindemos por esto ¡Salud!
(*) Consultor de Entidades de Medicina Prepaga.
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