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 Columna

    

LA SALUD AGÓNICA

“No hay dificultades económicas,
sólo hay dificultades políticas”
Simone Weiss

Por el Doctor Ignacio Katz


En nuestro país, la carencia de profesionales de la salud ha dado un alarmante salto cualitativo. Ya no se trata de tal o cual especialidad, sino de muchas y claves. Al punto que se generan vacancias inéditas en residencias, cuellos de botella en operaciones, y turnos con dilaciones indignantes.
Existe una baja en la graduación, una emigración preocupante, corrimientos al sector privado (incluso del prepago al particular), y una sobrecarga extenuante para quienes permanecen, muchas veces en condiciones de pluriempleo. Incluso un repaso somero excedería el espacio de este artículo, pero el resultado es claro: la inequidad se potencia.
El debilitamiento institucional ha jugado un papel no menor en esta larga crisis sanitaria, que hoy nos obliga a analizarla con la responsabilidad que merece, a fin de lograr su pronta corrección. La consideración de este punto ineludible pasa por retener a los profesionales formados con condiciones laborales y de remuneración adecuada.
Resulta inadmisible que éstas varíen hasta triplicarse en jurisdicciones vecinas como ciudad y provincia de Buenos Aires. El éxodo de especialistas se hace así incontenible. No se les puede pedir a los médicos que se sacrifiquen, o erigirlos como mártires. No tienen por qué serlo. Deben ser profesionales dedicados, idóneos y responsables; no super héroes.
Seguramente se puedan revisar los programas de medicina, pero la solución no pasa por recortar contenidos para acelerar las graduaciones. Se hace indispensable fortalecer la formación práctica, de taller, de residencia.
En este sentido, la reducción en la edad jubilatoria de médicos a los 50 años que provincia de Buenos Aires realizó en 2015 resulta el colmo de la insensatez. Precisamente a la edad en que se madura la experiencia y se está en condiciones de tras- pasar su saber práctico en los hospitales que son (al menos lo eran) la verdadera escuela práctica de los médicos, se los aparta del cargo.
Estamos presenciando una verdadera tragedia sanitaria en cámara lenta (y ya no tan lenta), que requiere ser revertida cuanto antes. No hay soluciones rápidas, pero hay que empezar a ordenar. La caída viene de lejos y tuvo un crescendo en los últimos años de pandemia.
Porque está claro que no sólo faltan médicos. Falta la determinación política de priorizar la gobernanza sanitaria, la gestión de atención médica, de ordenación profesional, de jerarquización laboral. Generar los incentivos que morigeren la desigualdad en lugar de recrudecerla. Atender al corto, mediano y largo plazo, diferenciando objetivos y medidas acordes a ello, con la suficiente flexibilidad para enmendar lo que hiciera falta.
Lo llamativo es la falta de preocupación que parece generar en la opinión pública. Como si la gestión sanitaria no fuera responsabilidad del Estado. Como si no debiera ser una agenda de transformación política de primer orden. Porque solo en manos del mercado, ya no deberían quedar dudas, se generan profundas inequidades, con la oferta dineraria atrayendo a los médicos en polos de mayor concentración de riqueza. Se necesita para revertirlo una Ley de Ordenación Profesional, pero incluso más: una redefinición cívica del rol de la atención de la salud.
El cuidado de la salud parece resguardarse en la intimidad de cada quien, cuando es una articulación pública la que teje una red de lo que efectivamente es un bien privado, pero social también. Debemos priorizar la atención de salud, jerarquizar su función, privilegiar su formación y ordenamiento territorial. Especialmente en su vertiente pública, pero también en la privada. Favorecer su integración y no su competencia o mera yuxtaposición.
Esto no es todo, desde luego. La propia infraestructura, desde lo más complejo a lo más básico, deben repensarse en términos de una mayor integración a una estrategia productiva propia, que nos haga menos dependientes de la oferta extranjera y de paso morigere la restricción externa. ¿Alguien se preguntó en cuánto colabora la importación de medicamentos, maquinaria y demás insumos sanitarios en la deuda externa?
Pero lo impostergable hoy es encarar la tarea de rearticular la asistencia médica que se haya colapsada y raleada. El nudo consiste en destrabar la distribución del mercado, y generar una atención médica que no sea una oferta que responda a una demanda (económica) sino una producción profesional que responda a una necesidad social.
La herramienta para generar esa articulación es el Estado con políticas públicas haciendo uso de instrumentos de incentivación económica y de distinto índole suplementario y complementario a los del mercado.
La economía de mercado es un medio que emplea la sociedad para satisfacer las necesidades de bienes y servicios. Sin embargo, “en la atención de la salud se dan particularidades que la hacen diferente de otros bienes y servicios”, según afirmara el propio Milton Friedman, Premio Nobel de Economía-1976 y líder de la Escuela de Chicago.
La demanda de un bien se define como las diversas cantidades de él que los consumidores están dispuestos a adquirir a diversos precios. Ahora bien, el mercado de la salud posee una característica capital a discernir: si se trata de una demanda real o de una demanda inducida. Su diferenciación sólo es el resultado del conocimiento de la situación sanitaria.
En el mercado de la salud la demanda está interrelacionada, es decir que no es independiente. Está claramente influenciada por la conducta médica, ya que los pedidos de exámenes complementarios, como también las recetas médicas, adquieren carácter de una orden de compra. Esto sucede por la transformación de la actividad, consecuencia del impacto tecnológico, aún no satisfactoriamente asimilado racionalmente.
De esta manera, al no estar normatizado ni sistematizado, el abordaje o estudio del paciente actúa como incrustaciones y no como incorporaciones al bagaje de conocimientos. Hasta el 80% de los gastos médicos son generados por este accionar.
No se ha desarrollado aún el sistema de producción por exámenes y estudios, ni el sistema de aplicación por módulos, lo que se traduce en una distorsión entre el costo y el gasto médico. Todo riesgo financiero derivado de mayores costos e incertidumbre de ingresos se potencia ante la falta de conocimiento perfecto, respecto al costo de los procesos en las intervenciones médicas.
No son los habituales esquemas de marketing que utiliza el mercado los resortes válidos para revertir la irracionalidad y fragmentación, la dilución de la responsabilidad, las fugas presupuestarias y el alto costo que hoy impera en el área de la salud.
Además, no se trata del juego de la oferta y demanda como si fuera un supermercado con distintas góndolas. No basta, para el equilibrio en salud, con disponer de una buena oferta si no se cuenta con los conocimientos científicos que nos ayudan a elegir.
En definitiva, si partimos de la perspectiva mercantilista, lo que tenemos es el mecanismo de oferta y demanda de salud, que implica una tergiversación de lo que debiera ser una adecuada satisfacción de necesidades de salud, por medio de una eficiente producción de atención médica.
Vivimos una desvalorización sanitaria. El valor del médico se pierde. La salud está agonizando a ojos vista, pero nadie parece hacerse responsable más que para, en el mejor de los casos, resolver la urgencia. Debemos pasar de administrar el caos para gestionar un reordenamiento profesional que supere barreras jurisdiccionales burocráticas y que integre los subsistemas para optimizar recursos y, sobre todo, hacer a todo el sistema más equitativo, lo que no significa otra cosa que más justo. Más humano. Más saludable.


(*) Doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Director Académico de la Especialización en “Gestión Estratégica en organizaciones de Salud”; Universidad Nacional del Centro - UNICEN; Director Académico de la Maestría de Salud Pública y Seguridad Social de la Universidad del Aconcagua - Mendoza; Coordinador del área de Salud Pública, del Depto. de Investigación de la Facultad de Ciencias Médicas, Universidad de Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Co Autor junto al Dr. Vicente Mazzáfero de “Por una reconfiguración sanitaria pos-pandémica: epidemiología y gobernanza” (2020). Autor de “La Salud que no tenemos” (2019); “Argentina Hospital, el rostro oscuro de la salud” (2018); “Claves jurídicas y Asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” (2012); “La Fórmula Sanitaria” (2003)).

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