La
Federación de Obras Sociales de Dirección cumplió
durante 2022 sus primeros treinta años de vida y desde
su inicio, las veinticinco entidades que la conforman
brindan prestaciones sanitarias al personal fuera de
convenio del ámbito empresarial, como así también a un
importante número de afiliados adherentes, que eligen
libremente atender los problemas de salud de sus
familias en nuestras instituciones. Ya en la declaración
de nuestra misión resaltamos la importancia de ofrecer
al conjunto de la sociedad una visión estratégica y
sustentable de la salud, dentro de los principios
solidarios propios de nuestro subsistema de la seguridad
social, donde la sustentabilidad y la solidaridad son
los dos pilares básicos del sector, que se ve amenazado
por circunstancias económicas desde hace ya varios años
y que corre el riesgo de colapso, si no se toman medidas
de fondo y sostenibles en el tiempo.
La campaña presidencial de Bill Clinton de 1992 quedará
en la historia como una de las más importantes
remontadas electorales en relación a lo que presagiaban
las encuestas previas y un cartel colgado en su bunker
fue tal vez la clave comunicacional, allí podían leerse
los siguientes tres puntos: “¿Cambio o más de lo mismo?
Es la economía, estúpido y No olvidar el sistema de
salud”.
Haciendo un paralelismo con nuestra realidad, podríamos
decir que desde hace años seguimos aplicando las mismas
soluciones económicas a los mismos problemas sanitarios,
con idénticos resultados: El desfinanciamiento del
sistema.
En los últimos años, el costo de la salud fue aumentando
de manera exponencial debido principalmente a la
innovación tecnológica, al aumento constante del
promedio de edad y a la cronificación de enfermedades
que antes eran mortales, lo que en sí constituye un gran
avance para la humanidad. Además, a la inflación
estructural de nuestra economía debemos agregarle la
constante promulgación de leyes de cobertura obligatoria
de tratamientos para enfermedades raras o caras, lo que
genera una erogación de recursos cada vez más costosos
para pocas personas, que deben solventarse con una
fuente de recursos finita originada en los aportes y
contribuciones de la masa laboral. Gastos que crecen
exponencialmente versus recursos que aumentan en forma
lineal constituyen una perfecta catástrofe malthusiana.
La incorporación permanente y desordenada de terapias y
tecnologías al universo prestacional, tendrá que pasar
en algún momento por el tamiz de la costo-eficiencia y
el metaanálisis de evidencia científica con la creación,
tantas veces postergada, de una agencia de evaluación de
tecnologías sanitarias autárquica y aséptica que pondría
razonabilidad en la oferta y brindaría soporte
calificado a la justicia cada vez que ésta necesitase
fallar en casos de reclamos de cobertura.
En este escenario, el riesgo de derrumbe es grande y la
onda expansiva que se genere puede hacer peligrar la
provisión de servicios de millones de personas de los
tres subsectores, tanto el público, el privado o el de
la seguridad social ya que, en esta lógica de vasos
comunicantes, el colapso de uno de ellos hará desbordar
inevitablemente a los otros.
El año termina con algunas certezas y no pocas
incertidumbres. La confirmación de un sistema mensual de
actualización automático de las tarifas de los planes de
salud, que se sitúe por debajo de la remuneración
imponible promedio de los trabajadores (RIPTE) o por
debajo del costo de la salud, es un progreso respecto de
años anteriores, ya que pone previsibilidad a una
constelación de intereses donde, por sobre todos ellos,
existe la gente: pacientes que sufren enfermedades,
beneficiarios que pagan cuotas o aportan de su sueldo,
trabajadores sanitarios, profesionales de la salud y
contribuyentes, entre otros.
En otro orden de cosas, también es el momento de
discutir si la salud privada y la seguridad social
(alcanzando tanto a prestadores como a financiadores
privados), que atiende las dos terceras partes de la
población con carácter complementario respecto del
estado, debe soportar semejante carga de impuestos
municipales, provinciales y nacionales, sumada a la
imposibilidad de disponer del crédito fiscal que otorga
el IVA.
Llegó la hora de replantear las reglas de juego para que
la salud sea un derecho universal, previsible y
sostenible en el tiempo. La situación es tan compleja y
delicada que requiere soluciones de fondo. El aumento de
recursos que llegue por el ajuste de las cuotas de la
medicina prepaga puede paliar parcialmente el deterioro
económico, pero no solucionar los problemas
estructurales de la salud. En un mundo complejizado
donde la humanidad aumenta su esperanza de vida en base
a tratamientos caros y a la cronificación de
enfermedades, el resultado que se vislumbra es una
población longeva, crónicamente enferma y en soledad. Es
el momento de discutir entonces si debemos seguir
haciendo lo mismo o debatir seriamente un sistema de
salud moderno que se financie en forma genuina y que
asegure una prestación equitativa para todos los
ciudadanos, independientemente de la cobertura elegida;
un menú de prestaciones de probada costo eficiencia
evaluada por un cuerpo colegiado de consulta obligada;
programas de acceso a terapias de alto precio para
personas con enfermedades poco frecuentes garantizadas y
financiadas por el Estado y un régimen impositivo de
acuerdo a una función complementaria del Estado como son
tanto la salud privada como la seguridad social.
Durante décadas acomodamos el sistema de salud a un
presupuesto, tal vez haya llegado el momento de discutir
el sistema de salud que queremos más allá del que
tenemos y del que podemos y a partir de allí, buscar las
fuentes de financia- miento que lo hagan posible. La
seguridad social sigue siendo uno de los pilares de la
cobertura médica de las personas en Argentina y FAOSDIR,
como cámara del sector, seguirá trabajando para brindar
sistemas de salud solidarios y sostenibles a nuestros
asociados y a sus familias.
FELIZ 2023.
(*) Presidente de FAOSDIR (Federación Argentina de Obras
Sociales de Personal de Dirección). |