Una frase muy difundida, atribuida al
Premio Nobel de Literatura 1990, Octavio Paz, que decía -“los
mexicanos descendimos de los Aztecas, los peruanos de los Incas
y los argentinos de los barcos”-, cobró reciente notoriedad
cuando el presidente Alberto Fernández intentó parafrasearla,
pero en forma incorrecta.
El reciente otorgamiento del Premio Nobel de Medicina y
Fisiología al sueco Svante Pääbo, me induce a formular una nueva
hipótesis. Aunque quizá concluyamos que “nuevas investigaciones
futuras permitirán o no confirmarla”.
Secuenciando genomas de restos fósiles, mediante técnicas de una
nueva disciplina denominada paleogenómica, el investigador
demostró que el ADN del homo sapiens -la especie de los primates
a la que pertenecemos- transporta genes de otros homínidos ya
extinguidos.
Veamos sintéticamente la evolución prehistórica que podría
sustentar esta suposición. El homo sapiens se inició hace unos
300.000 años en el noreste de África y desde allí se desplazó
hacia el Asia Menor y Europa, en primera instancia, para luego
poblar el resto del mundo, atravesando el centro y sur de Asia,
cruzando después hacia América y extendiéndose hacia el sur de
este continente.
Buscando una única explicación causal, podría suponerse que, por
haber surgido en la meseta etíope, contaban con una mayor
capacidad de adaptación a bajos niveles de oxígeno atmosférico,
lo que les habría permitido atravesar la meseta tibetana de Asia
central y la actual Puna de Atacama de Sudamérica.
Aparentemente no tuvo la misma suerte la especie contemporánea
del homo neanderthalensis, que surgió en Europa hace 400.000
años, poblando ese territorio y Asia occidental, pero se
extinguió hace 30.000 años.
Otra especie fueron los denisovanos, hallados en las cuevas de
Denisova de la llanura siberiana, que se extinguieron hace
40.000 años y dejaron rastros en el sudeste asiático.
Hace 70.000 años grupos de homines sapientes migraron de África
y Medio Oriente, a gran parte de Eurasia y América.
En esa extensa y prolongada trayectoria convivieron con los
neandertales y los denisovanos, por lo que se encontraron
rastros de transposición genómica entre los ejemplares de estas
especies y de los pensantes, que actualmente portarían de 1 a 4%
del rasgo genético de sus convivientes ancestrales. Mientras el
homo sapiens soportó los cambios ambientales de la migración,
sus congéneres se extinguieron.
Saltando unos 3.000 siglos de paleoantropología, se encuentra un
fenómeno que no logra ser explicado por observadores humanos del
resto del planeta. Un amplio territorio del continente
sudamericano fue beneficiado por enorme cantidad de recursos
naturales: humedales, bosques, suelos fértiles que permiten una
rica explotación agraria, subsuelo con bienes mineros (petróleo,
gas, oro, plata, litio y diversos minerales de uso industrial),
un litoral marítimo de extraordinaria riqueza ictícola y una
reducida población con nivel educativo avanzado, respecto a los
habitantes de otras tierras vecinas y otros continentes.
Este particular territorio, constituido como país inde-
pendiente bajo la forma de república democrática -la Argentina-,
no logra emerger de una profunda decadencia política, económica
y moral, desde hace casi un siglo.
Su moneda fue perdiendo valor hasta niveles que llegan a 13
dígitos, comparada con la de países que muestran evoluciones más
razonables, debido a una persistente inflación y a una histórica
conducta de consumir más recursos de los que se producen. Su
política externa fue fluctuando durante dos siglos, así como su
confiabilidad por los acreedores internacionales.
La conducta de sus dirigentes está contaminada por rasgos de
corrupción, beneficios ilegítimos, nepotismo, incumplimiento de
normas de convivencia, defraudación de los compromisos asumidos
y actitudes políticas ambiguas.
Pese a contar con grandes cualidades de trabajo, estudio,
innovación y emprendimiento en la mayor parte de su población,
el clima social está impregnado por una permanente sensación de
frustración, descreimiento y desconfianza, que debilita y
obstruye la mayoría de las iniciativas de inversión,
integración, trabajo, investigación y desarrollo de riquezas
materiales y culturales.
Diversos procedimientos, normas arbitrarias y trámites
burocráticos evitables, actúan como eterno lastre del
crecimiento comunitario.
Sobre este panorama desalentador, crecen incesantemente
organismos estatales superpoblados, que requieren ingentes
esfuerzos tributarios para mantener actividades y gestiones sin
fines específicos, sostenidos por la clase política
beneficiaria. Así está aumentando un generalizado sentimiento de
desesperanza y frustración, que se orienta hacia un rumbo de
decadencia.
Me arriesgo a preguntar, entonces, si los argentinos habremos
heredado genes neandertales, que bloquean sistemáticamente los
impulsos pensantes que nos corresponden, y nos están llevando
hacia la extinción.
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