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Columna


Cada vez, más desiguales
(segunda parte)

Por el Lic. Víctor N. Cerasale Morteo [MBA R&D]

 

La población mundial registra un “envejecimiento” significativo, con un peculiar paisaje, más años de vida, pero que no representan mejor calidad de vida. Los motivos son excesivos para ser abordados en pocos renglones, pero dicha realidad representa un problema que pocos están dispuestos a asumir, y muchos menos a resolver. Podría aseverarse, sin temor a equivocarse, que muchos estados están “aprendiendo” según las rutinas que deben afrontar, lo cual se traduce como que muchos funcionarios corren detrás de los problemas, sin siquiera llegar a comprenderlos y/o dimensionarlos. Entre 2003 y 2010, no pocos estudios privados han alertado sobre el efecto de la reducción de los nacimientos versus el crecimiento de la vejez poblacional, pero ninguno de ellos recibió la consideración política ocupada (siempre) en otros menesteres. La carencia laboral, la informalidad laboral creciente, la pérdida de puestos de trabajo digno, la inaccesibilidad a carreras laborales sostenidas con calidad en el tiempo, interponen una dramática luz roja a la imposibilidad manifiesta de mantener los modelos solidarios de cobertura, tanto para los que se incorporan al sistema, como para aquellos que lo abandonan.
Dicho de otra manera, el envejecimiento poblacional es un fenómeno global (planetario) que representa el desafío de crear un modelo sustentable superador, entendiendo que dicho fenómeno implica un aumento del gasto sanitario, inevitable, que no puede perder su sentido solidario, universal, equitativo, lo cual exige tomar una dirección que agregue valor a todo lo conocido. Esta novedad es conocida como “transición sanitaria” y demanda un enfoque multidisciplinar.
Se estima que el envejecimiento incrementaría el gasto sanitario en 1% anual de manera sostenida en el lapso 2018 hasta 2040, pero ello no contempla las deficiencias de arrastre, las que seguramente incrementarían el porcentual de impacto según el ordenamiento de cada país. No obstante, ello, no debería perderse de vista que las mejoras de las tecnologías médicas obligarían a establecer minuciosos puntos de equilibrio móviles, rectificables a medida que los sistemas regulatorios las van incorporando, un apartado que no pocas investigaciones vienen analizando con distinta suerte.
Uno de los puntos angulares del problema en cuestión es que el modelo GRD (Grupos Relacionados por Diagnóstico) debería ser optimizado como eje necesario e imprescindible. Por ejemplo, el gasto sanitario para el rango de 26 a 36 años de edad, es cuatro veces menor al de 76 años y mayores, sin embargo, si se toman en cuenta todas las variables que intervienen directa e indirectamente en uno y otro plano, la resultante enseña que el gasto en los primeros (26/36) sería seis veces menor al de los segundos (>75). Siguiendo el mismo criterio matemático, tomando niños y adolescentes entre 6 a 15 años, respecto de personas con 76 años o más, se observa que el gasto de los primeros (5/15) sería doce veces menor al de los segundos (>75). Hecho que se ratifica en toda su dimensión cuando se determina que el gasto incurrido en menores de un año de edad, es entre 5 a 10 veces mayor que aquel consumido por el rango de entre 5 a 15 años de edad. Esto obliga a entender que los modelos por venir deberían ser ajustables en el corto plazo, lo cual evitaría daños irreparables.
La edad tiene un fuerte componente en el uso/demanda de los servicios sanitarios. La estancia media de hospitalización en mayores de 64 años se duplica respecto de menores de 34 años, pero de acuerdo a distintas variables, el impacto podría llegar a ser cinco veces mayor. Empeorando cuando se comparan edades entre 17 a 19 años respecto de mayores de 75 años, donde el impacto alcanza a ser hasta siete veces mayor.
Existe evidencia suficiente como para generar una acción integral destinada a la salud pública en los procesos de envejecimiento. Los estamentos públicos, así como las organizaciones privadas deben comprender que estas acciones demandarán un extenso proceso de aprendizaje, correcciones y ajustes, independientemente del estatus actual tanto económico como de desarrollo. Por lo pronto, los sistemas de salud deben evolucionar hacia una atención integrada y multidisciplinaria que contemple la historia de cada paciente, el universo de enfermedades crónicas y sus incidencias socio económicas, las tecnologías médicas que participen en las distintas etapas y sus respectivos costos-beneficios, asumiendo que la respuesta a semejante demanda requiere premura y certeza, expandiendo una especialización con la que hoy no se cuenta.
El cuidado a largo plazo necesita de nodos de coordinación proactivos que planifiquen adelantándose a los hechos (demandas) y ello implica contar con respaldos presupuestarios suficientes como para que el modelo no se consuma en sí mismo, agotándose en su sustentabilidad. Lo antedicho amerita un cambio en la consideración del envejecimiento, entendiendo por ello que la humanidad se encuentra en un proceso de diversificación social y de movilidad que alteran todos los estándares conocidos, lo que impulsaría a desarrollar modelos de gestión que se anticipen a las inequidades que actualmente afloran por todas partes.
Vivir más debería estar asociado a vivir mejor, y no necesariamente a empeorar. Ello exige redistribuir las participaciones solidarias ajustándolas según el desarrollo y la inserción laboral, de menor a mayor (desde los 20 hasta 50 años) y de mayor a menor (desde los 50 hasta los 70 años), entendiéndose por ello que debe haber un proceso de desinserción que debe estar regulado no sólo en lo laboral y/o productivo sino en el aumento progresivo de las coberturas y las protecciones, contemplando que la vida no es un código de barras, ni tampoco un sello que establece la fecha de caducidad de las personas.
El facilismo de las observaciones aportados por las crisis económicas ha generado una distorsión en las apreciaciones, y éstas a su vez, han provocado decisiones inoportunas tanto como imprudentes y con alta capacidad de daño social, lo que ha agravado el gasto en vez de sostenerlo estabilizado. La víctima de dichos desaciertos ha sido la gente envejeciendo, así como los actores de los servicios de salud. El futuro de la población mundial está indicando que nuevos errores se traducirán en catástrofes sociales. Esto exige una intervención temprana, antes que el problema alcance el rango de hecatombe.


BIBLIOGRAFÍA:

- INFORME MUNDIAL SOBRE EL ENVEJECIMIENTO Y LA SALUD. ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. 2015. http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/186466/1/9789240694873_spa.pdf
- GASTO SANITARIO Y ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN (ESPAÑA). Namkee Ahn, Javier Alonso Meseguer, José A. Herce San Miguel. Fundación BBVA. Documentos de Trabajo 7. 2003.
 http://www.fbbva.es/TLFU/dat/DT_2003_07.pdf
- EL IMPACTO DEL ENVEJECIMIENTO SOBRE EL GASTO SANITARIO. Jaime Puig-Junoy. Centro de Investigación en Economía y Salud. CRES-UPF. Universidad de Zaragoza. 2009.

 

Licenciado [MBA R&D] Víctor Norberto Cerasale, 2017-06-08. Copyright by Cerasale, 2017. Derechos reservados. Exclusivo para Revista Médicos, Medicina Global.
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