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Medicamentos:
un mercado anormal y concentrado

Por Carlos Vassallo  - vassalloc@gmail.com 

 
Una forma de definir un mercado desde la economía política es la descripción de la cadena y en particular de quienes son los agentes, que representan el tamaño y poder de mercado que tienen los diferentes actores. Una breve descripción nos permite identificar lo siguiente:

  • Según datos censados, el sector farmacéutico argentino se compone de aproximadamente 250 laboratorios nacionales y extranjeros, que abastecen fundamentalmente al mercado interno (25 empresas realizan el 75% de las ventas).

  • 4 grandes distribuidoras (monopolizan 65% del mercado).

  • 445 droguerías (4 principales).

  • Alrededor de 13.000 farmacias registradas y autorizadas.

  • 70 % del gasto en medicamentos argentinos lo paga la población (con o sin cobertura médica) de su bolsillo.

  •  La industria es dependiente de insumos que se importan.

  • La industria “nacional” mantiene un cuota de mercado superior al 64% en unidades y con una facturación del 53% en tanto los multinacionales 36% en unidades y 47% en valores.

Durante los años noventa los problemas de financiamiento de la Seguridad Social en materia de provisión de medicamentos permitieron a la industria que hasta ese momento se había mantenido apartada de los contratos ingresar a cumplir un rol que se iba a ir ampliando durante los años.
El contrato más importante que tiene la Seguridad Social de la Argentina es el de Pami (4,2 millones de afiliados) y representa aproximadamente el 25% del total de gasto en medicamentos fue realizado por la industria farmacéutica en el año 1996.
A través de un trabajo conjunto de las Cámaras que ya habían superado sus rencillas internas por la ley de patentes se logra firmar un contrato con el Pami y la administración del mismo (incluido el manejo de información estratégica pasa a manos de la gerenciadora creada con ese fin, denominada Farmalink).
A través de ese contrato la industria (o mejor dicho los grandes laboratorios) controlan de manera importante qué y cómo se dispensa, tiene información sobre la prescripción de los médicos del sistema, paga con productos y controla de esta manera a las droguerías y farmacias. En realidad en la Argentina no se necesita ser propietario de los efectores o de las redes en cuanto se controle el contrato y el financiamiento se puede tener a disposición la oferta que uno quiera. Las farmacias cayeron a los pies de la industria que les hizo hacer lo que quiso en todo momento y en todo lugar.
Las intervenciones que se han sucedido en el ese elefante blanco llamado Pami no han cambiado sustancialmente nada del mismo. Recuerdo haber conocido uno de los interventores que durante los días anteriores a su nombramiento era un gran crítico y tenía un pensamiento de reorganizar el instituto lo dejé de ver tres días y al cuarto ya me contó que creía que el Pami tenía solución y que él podía sacarlo de la situación donde se encontraba. Nunca más se habló de cambios.
Los financiadores (obras sociales y prepagas) renunciaron a ejercer su función de compra, negociando mejores precios de los medicamentos ambulatorios a cambio de un generoso descuento del porcentaje que les tocaba pagar como parte de la cobertura. Eso sí ellos deberían reconocer como precio el del manual Kairos y donde el perjudicado es el “beneficiario” de la seguridad social que debe pagar el 60% de un precio inflado. Todos contentos, por supuesto que el gasto de bolsillo es importante pero los pacientes también con una tradición latina muy consumidora, piden alegremente recetas que son hechas por los médicos de las obras sociales, total el que paga el precio total es el paciente. Diferente es la situación si nos referimos a medicamentos que tienen coberturas mayores (100%) pagados totalmente por el financiador, allí sí que los financiadores defienden y solicitan estudios de revisión sistemática para considerar que financian, luego defienden con “uñas y dientes” el precio que pagarán. La función no cumplida por la APE de analizar desde un punto de vista técnico administrativo la presentación de las historias clínicas y evaluar el costo efectividad de los medicamentos, tecnologías y procedimientos (gastos catastróficos) suministrados a los pacientes, ha impedido la aparición de un negociador que traería mayor equilibrio de mercado. Tal como sucede con el Fondo Nacional de Recursos en el país vecino de Uruguay.
Por otra parte vale la pena preguntarnos acerca de lo que fue sucediendo con el proceso de distribución de los medicamentos que son una parte importante cuando el mismo sale del laboratorio productor o importador. En primer lugar es necesario mencionar que durante los años noventa se dieron cambios económicos relevantes que podemos resumir de la siguiente manera:

  • Fuerte concentración de capitales, en especial en el sector financiero y derivados a distintos sectores de la actividad económica (bancos, aseguradoras de salud, seguros en general, ART).
     

  • La Argentina se transformaba en atractiva pista de aterrizaje de volúmenes importantes y contundentes de capital.

Por primera vez, la Industria Farmacéutica sintió una clara amenaza en el futuro poder de negociación por la venta de medicamentos. Hasta ese momento las droguerías que eran parte de la cadena negociaban con los laboratorios y entregaban los productos a las farmacias.
Sin embargo, si en el futuro los bancos decidían ingresar en el negocio de la salud como parecía estar sucediendo, dado que algunos armaron redes de atención a pacientes a través de sistemas de salud de integración vertical (esto es ser los propietarios de sanatorios, consultorios de atención médica, farmacias y cadenas de farmacias) era lógico que en determinado momento se presentaran a comprar medicamentos en forma directa a los laboratorios, evitando a las droguerías.
Con dinero en efectivo y pudiendo comprar igual o más de lo que compran las droguerías mensualmente sin crédito (30 días o más) y podían estar en condiciones de pedir descuentos especiales. Ya existía la experiencia chilena donde las cadenas farmacéuticas organizadas por droguerías se expandieron y exigieron y condicionaron a la industria del medicamento a precios más bajos, descuentos y excelentes condiciones. Las cadenas tenían una población amarrada a la farmacia y era un poderoso elemento de negociación en un país que no cubre la prestación farmacéutica.
Nadie podía asegurar que esa situación no se diera en la Argentina y esto podría cambiar el peso de la negociación y poner de rodillas a los laboratorios ante el potencial de venta de las droguerías y cadenas de farmacias asociadas. Ante ese riesgo potencial los laboratorios crearon las distribuidoras.
Las distribuidoras ya existían. De hecho Rofina pertenecía a Roemmers y DISPROFARMA, una sociedad cuyo accionista principal es la familia BAGO. Habían sido creadas con otros fines, casi exclusivamente para mejorar la operatoria logística y abaratar los costos de la misma, mejorar la efectividad en la cobranza y achicar niveles de morosidad. También en esa época se crea Farmanet propiedad de una sociedad formada por dos laboratorios nacionales GADOR y CASASCO y tres socios multinacionales BAYER, NOVARTIS Y BÖEHRINGER INGELHEIM; y finalmente GLOBAL FARM, que va a congregar a la mayoría de los laboratorios de origen estadounidense.
Qué es una distribuidora farmacéutica. Es una organización integrada por laboratorios farmacéuticos que brinda a todo el grupo servicios de distinto tipo: logísticos, financieros, administrativos y comerciales. Existen dos tipos de integrantes: propietarios y clientes. Un grupo de laboratorios propietarios crea la distribuidora y capta laboratorios clientes que desean gozar de idénticos servicios y pagan un fee mensual por ello, todos reciben idénticos servicios.
Al agrupar laboratorios el poder de negociación se incrementó para estos últimos a través de las distribuidoras. Un ente ahora negociaba condiciones a sus clientes por todos sus laboratorios integrantes. El concepto de red y fortaleza asociada era un claro mensaje a sus clientes actuales (droguerías) pero el verdadero destinatario era el potencial futuro integrante del negocio: el banco y sus negocios asociados, quienes apuntaban a comprar en forma directa a la industria e imponerles tarde o temprano el poder de su disponibilidad económica.
El efecto inmediato fue que la mayoría de los laboratorios se integraron a las distribuidoras y éstas endurecieron su posición frente a sus clientes droguerías en ese momento. El crédito pasó de 30 a 21 días y se tensó la relación. Por otro lado, si a partir de ese momento una droguería generaba deuda con un laboratorio integrante de una distribuidora, no recibía el pedido siguiente de quien, desde ese momento de todos los laboratorios que la integraban porque su relación con uno era con todos.
Por otra parte los laboratorios se encontraban en dificultades serias para cobrar sus voluminosas facturas a algunas droguerías y no habían logrado poner límites a excesos recurrentes en el cumplimiento del pago. Mientras algunas droguerías acostumbraban tener una actitud laxa en materia crediticia OTRAS ERAN EXCELENTES PAGADORAS y se perjudicaron por el comportamiento de sus colegas
Qué sucedió finalmente. Lo que se esperaba como seguro no sucedió. Cambio el clima político y los capitales se fueron saliendo de salud y dejaron de verlo como un negocio, en definitiva el nuevo jugador no entró a la cancha. Pero ya se había hecho el movimiento estratégico avanzando casilleros relevantes sobre la distribución.
Hoy el 90% de los laboratorios integran una distribuidora y se mantiene una relación más equilibrada y previsible con las droguerías. Además las distribuidoras le venden directamente a las farmacias, especialmente ofertas mensuales que distribuyen a través de empresas de logística que les administran su stock.
Las distribuidoras se han convertido en un mecanismo de regulación del ingreso de nuevos laboratorios y nuevos productos al mercado, de hecho si quisiera venir una empresa de medicamentos genéricos al país debería armar su propio canal de distribución porque ninguna distribuidora se encargaría de esa función dado el vínculo directo con los medicamentos de marca.
Hoy las droguerías están completamente subordinadas a la industria. Si la industria quiere y fuera necesario ante la indisciplina administrativa y financiera, puede tomar de manera directa el rol de las droguerías o quitarle algunas áreas de distribución o no entregarle medicamentos o bien desfinanciarla.
El mercado fue disciplinado y las sorpresas a nivel morosos incobrables se achicaron fuertemente. La caída de la Droguería Monroe dejó un tremendo agujero a la industria, que debió adquirirla y hacerse cargo de sus pasivos a través de un holding creado entre las tres distribuidoras más importantes para tal fin. Luego en la medida que van cayendo las droguerías la industria las compra a través de diversos mecanismos de propiedad.
Sin embargo y a pesar de la concentración y el escaso poder existen en la Argentina aproximadamente 445 droguerías autorizadas para tránsito interprovincial. Las más importantes y más serias se agrupan en ADEM (Asociación de Distribuidores de Especialidades Medicinales) que tiene 30 miembros “Esto es debido a que la Cámara exige altos estándares para poder asociarse”, según dijo Alberto Galache (ADEM). Las empresas deben ser droguerías integrales, certificar cadena de frío, contar con depósitos adecuados y certificar un cierto número de clientes. Aprobación de las Buenas Prácticas de Distribución de Productos Farmacéuticos.
Existen droguerías de alcance nacional como: Droguería del Sud, Americana-Monroe, y Suizo-Barracas y otras de alcance regional, existen en este sentido muchas de influencia media y local. Ejemplo 1. Kellerhoff de Rosario 2. Cofarmen de Mendoza 3. Cofaral de Tucumán 4. Acofar de la provincia de Buenos Aires; 5. Disval y Asoprofarma de Capital Federal, entre otras.
Además durante los últimos años muchos medicamentos considerados especiales ya no se distribuyen por las droguerías tradicionales ni por las distribuidoras sino que se han creado droguerías especializadas que han sabido reinventarse como operadores logísticos encargados del abastecimiento y distribución de medicamentos para terapias específicas.
En este sentido, a la mayor eficacia y eficiencia que aportaron al mercado, le sumaron servicios de gerenciamiento y auditoría de las prestaciones médico farmacológicas. En ADEM también están inscriptas las droguerías de tipo “oncológicas o especializadas” como por ejemplo Scienza, Rofar y Meta, forman parte de esta cámara sectorial y cuentan con sistema de trazabilidad propio.

Formación de precios

En términos teóricos, cada sector de la cadena de valor va adicionando tanto impuestos como márgenes de utilidad, hasta llegar a un precio de venta al público (PVP) que se considera de alguna manera institucionalizado y referencial.
La realidad parece demostrar que los precios a lo largo de la cadena se determinan hacia atrás, tomando como base el PVP sugerido en el manual farmacéutico Kairós. En este caso, el proceso podría esquematizarse de la siguiente manera: 1) los laboratorios proponen el PVP de los medicamentos que producen, 2) las droguerías compran dichos productos a los laboratorios con un descuento de, por ejemplo, el 39% sobre el PVP, y 3) las farmacias le compran a las droguerías con descuentos del 33%, también sobre el mencionado PVP. Cada participante de la cadena conforma su rentabilidad final en observancia de este precio y del resto sus costos directos e indirectos.

Existen también mecanismos de financiación cruzada como por ejemplo;

  • descuentos, ofrecidos por farmacias a clientes institucionales y consumidores individuales,

  • escuentos, brindados por laboratorios a los seguros de salud,

  • notas de crédito, otorgadas por los laboratorios (o por las gerenciadoras de contratos, en su representación) a las farmacias, para contribuir al mantenimiento de su rentabilidad, y 4 bonificaciones, cedidas por las farmacias a los seguros de salud, como parte de sus estrategias comerciales.

Finalmente como conclusión podemos ir diciendo que si el Estado no regula el sector, si la Seguridad Social a través de su poder de compra tampoco tiene vocación por plantear mecanismos de negociación y control como en EE.UU. donde las prepagas negocian con los laboratorios, los médicos y los farmacéuticos no tienen incentivos para actuar en consonancia con los financiadores y los pacientes, el mercado queda en manos del más poderoso que establece el precio y las condiciones según sus prioridades que no son justamente las de un uso racional y acceso equitativo de la población al medicamento que se necesita según las prioridades médicas establecidas sino fundamentalmente vender más.

 

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