Occidente se está sumergiendo en la
peor contradicción política de su
historia. Mientras los discursos
hablan de derechos ciudadanos, los
representantes de las ciudadanías
van arrasando progresivamente todos
y cada uno de sus beneficios
sociales elementales, por ende las
personas generan reacciones en
cadena en respuesta a atropellos
que, además de injustificados,
implican de alguna forma un delito
de lesa humanidad.
Apoyarse en el argumento del déficit
y del supuesto control del gasto, es
tan falaz como restar y/o quitar
derechos para “salvar” a Estados
ausentes o a modelos bancarios que
han hipotecado el futuro social de
aquellos que agregan valor y hacen
aportes genuinos al sostenimiento de
un país.
Leyendo a Juan Simó del Centro de
Salud Rochapea, Pamplona, Navarra,
se extrae una excelente definición:
“Nuestra sanidad pública ha valido
mucho más de lo que ha costado
durante las dos últimas décadas”
(1), pero... antes de ello, ¿cuánto
ha costado construir un modelo
sanitario justo, equilibrado y
equitativo?, indudablemente dicho
costo se ha visto traducido en los
resultados de una “salud social” no
siempre bien interpretada desde la
óptica facilista del político, nunca
prudentemente considerada desde el
punto de vista de los tecnócratas
economistas, que no ven el bosque
pero talan sus árboles, para luego
asegurar que no hay “aire”.
Cada vez que políticamente se
asevera que el “gasto en salud”
produce daños en las economías de
países regularmente ordenados, se
incurre en la falacia de pretender
que las gentes enfermas deben ser
castigadas, sea imponiéndoles
impuestos disfrazados de copagos,
sea restándoles servicios, sea
trasladando el castigo al cuerpo
médico, al personal de enfermería, a
los servicios farmacéuticos,
bioquímicos u odontológicos, y desde
luego aplicable al resto del equipo
de salud. Las consecuencias directas
de dichos criterios, siempre se
traducen en males mayores, esto es:
-
más
enfermedades
-
diagnósticos tardíos
-
mayores complejidades
-
más
urgencias
-
más
morbilidad
-
más
mortalidad
En
consecuencia, el “impuestazo”
inicial deriva en más gasto
inequitativo en salud pública.
Mientras tanto, los Estados ausentes
no pagan sus deudas, antes bien las
acumulan hasta hacerlas técnicamente
“impagables”... extendiendo el daño
a todo el sistema (proveedores,
industria de la salud, servicios,
etc.).
Curiosamente, desde un ángulo
estrictamente social, las personas
siempre invierten en su salud por
debajo de los niveles de su renta...
y detrás, la salud pública no anda
por la vida fabricando ni pacientes
ni tampoco enfermedades. Traducido,
el crecimiento de las demandas de
servicios de salud, es un acto
humano genuino directamente
proporcional con las necesidades que
lo motivan... y ello es un beneficio
directo para la producción legítima
de países que han entendido lo que
significa “agregar valor”. Si las
personas permanecen en “estado de
enfermedad” inducido por las
carencias en el gasto social
correspondiente, el estado deja de
recibir “aportes de valor” y como
consecuencia de ello, pierde
capacidad de inserción global.
El gasto sanitario público forma
parte de una inversión sostenida en
protección social. Cuando dicha
protección se deforma, se escurre,
se retacea o se limita, se la
degrada en sus contenidos de calidad
o se le resta en conectividad y/o
coordinación de servicios, las
personas se tornan en víctimas de
sus enfermedades y también de un
sistema perverso que les niega
aquello que les corresponde por
derecho... pero más tarde, esas
mismas víctimas serán a su vez
castigadas con menos inserción
laboral, o bien con mayor exclusión
social.
Entonces, ¿la sanidad vale lo que
cuesta?, sí, taxativamente.
Entonces, ¿la sanidad pública
fabrica estados de crisis?, no, de
ninguna manera.
Entonces, ¿por qué es la primera
víctima de las decisiones políticas
y de sus gestiones antieconómicas?,
sencillo, es un objetivo fácil de
desarticular a partir de argumentos
facilistas, cuyos resultados
contradictorios serán licuados por
el tiempo, dando lugar a peores
decisiones y malogradas gestiones.
La medicina, por ende sus acciones,
están profundamente vinculadas al
“pensamiento científico”... o dicho
de otra forma, sin ciencia no hay
medicina...o también, sin
investigación no hay medicina.
Entonces, ¿porqué derruir la
actividad de “investigación”
científica, a sabiendas que ello
redundará en un daño en la salud
social e individual? Indudablemente,
la ausencia de los Estados se asocia
a momentos de negligencia política,
cuyas víctimas no son otras
distintas al componente social. Una
vez más, traducido, ninguna sociedad
humana sacrifica renta fabricándose
necesidades virtuales en salud,
antes bien se racionaliza a sí
misma, asegurando que todo gasto
será genuino y equilibrado, esto es
“equitativo”. Más allá, ninguna
sociedad científica médica se dedica
a fabricar enfermos ni tampoco
enfermedades, su gestión asegura la
resolución de problemas de salud de
una manera correspondiente con el
método científico... un hecho que,
de no existir, aseguraría el estado
de “peste”, con sus inmediatas
consecuencias epidemiológicas... y
económicas.
En salud pública, lo que no se hace,
se paga el doble... pero detrás, lo
que se deja de hacer o se omite, se
pagará el triple. Es sencillo, y
está científicamente demostrado, sin
embargo algo impide que el “ser
político” o que el “ser económico”
entiendan tan simple ecuación.
De allí que la Europa de estas horas
impulse el atropello directo al
derecho humano y público de acceso a
la salud. La tijera redunda en menos
investigación, menos ciencia, menos
servicios, y como consecuencia de
ello, más enfermos, menos
accesibilidades, peores resultados.
Reasignar recursos no puede
corresponderse con la invasión de
derechos sociales elementales. La
salud es un bien social preciado que
se vincula a la capacidad potencial
del “agregado de valores”, donde
esas mismas sociedades se enaltecen
participando de y con mejores
estándares, contribuyendo a un
desarrollo sostenido en tanto y en
cuanto se parta de las
“creatividades”.
Conclusión: Sanidad Pública (o
también Educación Pública) no es
causal ni tampoco sinónimo de crisis
económica en nación alguna... en sí
mismas, la salud o la educación
pública aportan soluciones a corto y
largo plazos para cualquiera de las
sociedades involucradas. La
protección social se hace valiosa a
partir de sus calidades intrínsecas,
siempre que éstas sean sostenidas, y
sean entendidas como una
articulación humanitaria y solidaria
indisolubles... este concepto, es
directamente proporcional a las
capacidades productivas. No
entenderlo, no asumirlo, no
aplicarlo, o simplemente negarlo, da
lugar al “drama” de pretender que
restando y dividiendo, se suma o se
multiplica.
(1)
[El Médico Interactivo: http://www.elmedico
interactivo.com/analisis/tribuna/111758/
hemos-vivido-por-encima-de-nuestras-posibilidades-en-sanidad
]
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