Durante los últimos 60 años adquiere protagonismo la
atención sanitaria. Hemos estado financiado un amplio
complejo tecnológico que sin dudas ha producido
importantes beneficios en la salud de las poblaciones
del mundo. La demanda de los países desarrollados por
mayor y mejor vida saludable ha generado incentivos para
que las innovaciones tecnológicas (patentables) hayan
tenido un desarrollo más relevante que las innovaciones
organizativas y de gestión que no son patentables y que
se comportan como bienes públicos.
Qué está sucediendo en los países desarrollados con alta
renta per cápita y que han organizado un estado de
bienestar extendido. En 1942 el famoso informe Beveridge
hablaba de 5 males a erradicar: carencia, enfermedad,
ignorancia, pereza y miseria. Y los sistemas de salud de
Europa, europeos en su mayoría lo han conseguido. El
estado de bienestar disminuyó estos males en forma
considerable, en definitiva acortó el tamaño de las
brechas para hacerlo gestionable.
Hoy los países desarrollados (salvo Estados Unidos)
están discutiendo otra agenda diferente de cuando se
puso en marcha el estado de bienestar al finalizar la
segunda guerra mundial. El 40% del comportamiento de la
población es causa de muerte, los factores de riesgo se
han modificado, hay problemas que no se resuelven con
más oferta ni mejor tecnología.
Los excesos en la comida, bebida, tabaco, y escaso
ejercicio físico constituyen hoy los factores de riesgo
más importantes para las enfermedades crónicas con las
cuales deben convivir los sistemas de salud. La atención
de un paciente crónico es muy diferente a un agudo, se
lo atiende de otra manera, requiere continuidad,
seguimiento, monitoreo y no se resuelve con una
intervención determinada.
Las políticas públicas en los países desarrollados
comienzan a discutir cómo incentivar cambios en las
conductas y comportamientos riesgosos de la población.
Se enfrentan en ese campo con las libertades
individuales y posturas que plantean que el Estado no
debe intervenir, sino que los mejores jueces son las
mismas personas. La mejor política sería de acuerdo con
esta interpretación ayudar a las personas a ayudarse a
sí mismas. La gente sabe lo que hace y se trata de
introducir incentivos que actúen en las decisiones
individuales.
Sin embargo, en los tiempos que vivimos con tanta
información y mensajes cruzados, la gente no decide
racionalmente. Alguien debería ayudar a procesar la
información.
La pregunta que podríamos hacernos es si las decisiones
individuales (comportamientos riesgosos) terminan
impactando en mayor uso de la cobertura y recursos de
los sistemas de salud universales, y en ese caso los
Estados no deberían tomar previsiones al respecto.
Cuando las preferencias dañan la salud de la persona y
los comportamientos riesgosos cuestan dinero. ¿Que
hacer? Se habla entonces de una especie de paternalismo
libertario.
Mientras los países desarrollados discuten sobre el
éxito de sus sistemas de salud y lo que no han podido
resolver por esta vía, en América latina estamos todavía
atrasados en materia de financiamiento y organización de
un sistema de salud que responda a las variadas y
complejas necesidades de una población diferente desde
el punto de vista sanitario.
Nuestros sistemas todavía no alcanzaron la cobertura
universal (más allá de la promesa política teórica), se
convive con profundas desigualdades en el acceso
vinculado a la situación económica y social de las
personas y grupos.
Qué nos pasa en América latina con la cobertura de
salud. En primer lugar son escasas las experiencias de
haber universalizado los sistemas, consagrando el
derecho a la salud. La pésima distribución del ingreso
que caracteriza a nuestro continente, la fiscalidad no
resuelta (impuestos quién y cómo los pagan), la ausencia
de una guerra que afecte a las poblaciones en general
sin distingos de clases son algunas de las respuestas a
esta mora en la organización de sistemas más eficientes
y equitativos.
Con las excepciones de Cuba (que hizo una revolución
política y luego cambio el sistema de salud), Costa Rica
que tuvo una vía democrática bien interesante y
finalmente durante los ochenta Brasil con amplio
consenso transversal, el resto de los países convive con
variadas fragmentaciones de coberturas. Podríamos decir
incluyendo a Brasil que cada uno tiene la cobertura que
puede pagar y no existe un piso asegurado en forma
equitativa para todos.
Algunos sistemas sin embargo, conviviendo con
inequidades logran mejores resultados sanitarios que
otros: por ejemplo Chile y Uruguay. Uno debería
preguntarse también si el sistema de salud en realidad
no es variable de ajuste de otros factores como por
ejemplo el nivel de ingreso de los países.
Una pregunta interesante para hacerse en materia de
salud, sería por ejemplo, ¿en qué país a uno le gustaría
vivir y hacerse atender si fuera pobre?
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