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Columna


La Salud Pública no tiene fronteras, pero visibiliza las inequidades 
Por el Prof. Dr. Miguel Ángel Schiavone (*)

 
Durante la edad media la peste negra diezmó a más de un tercio de la población de Europa, los barcos que llegaban a puerto eran mantenidos en cuarentena, por ser 40 días el máximo período de contagiosidad de esta enfermedad. El desplazamiento poblacional y las migraciones no eran comparables a lo que sucede en estos días.
Durante los últimos años como docente de Salud Pública repetía a los alumnos que en el siglo XX ya no existían barreras ni geográficas ni político-administrativas para la propagación de enfermedades, la frase era “No hay barreras para la Salud Pública”.
La Av. General Paz no es un límite para el mosquito trasmisor del Dengue, ni para las enfermedades psicosociales, así como tampoco bloquea el flujo de demanda de atención médica. Recientemente escuché por radio que el Covid-19 era democrático porque no respetaba clases sociales afectando inclusive a gobernantes y reyes. Pero este punto merece ser analizado críticamente.
La difusión de una epidemia depende del número de susceptibles (en el caso del Covid-19 toda la población mundial) y la probabilidad de contacto entre el susceptible y el virus. Por su parte, la probabilidad de contacto está condicionada por el número de virus circulantes, de su difusibilidad, de la fuente de infección, y del entorno o medio ambiente.
Si bien parecería que estos datos técnicos escapan a este artículo son necesarios para entender cómo ciertos factores no son considerados cuando una pandemia sólo se analiza bajo la óptica de datos e informes médico-asistenciales o infectológicos y no desde una dimensión más amplia como la Salud Pública.
Los medios de comunicación masiva reiteran que hay que lavarse las manos y se preocupan por la falta de alcohol en gel. Pero sólo en el conurbano bonaerense hay 1.500 villas, sin acceso al agua corriente. En todo el país son 3 millones de personas que habitan en barrios carenciados ¿Con qué agua se lavan? ¿Cuántas veces al día? ¿Con qué jabón?
Los comunicadores insisten en que hay que estar a metro y medio de distancia de otra persona, pero en el conurbano bonaerense un 18% de los hogares solo disponen de viviendas precarias. Son más de 2 millones de personas con déficit habitacional.
¿Cómo se puede hacer el aislamiento domiciliario cuando 4 de cada 10 hogares pobres en el conurbano son ocupados por más de 3 personas por cuarto? ¿Cómo mantener distancia donde las personas viven hacinadas compartiendo un colchón en el que duermen varios?
Hay preocupación por repatriar a los argentinos que están en el exterior, incluyendo algunos que permanecen en cruceros con camarote y comida. Pero qué hacemos con 7.500 personas en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires ¿Cómo los repatriamos? ¿Cómo los prevenimos de la pandemia?
Evidentemente el virus puede llegar a cualquier persona, pero la exposición al riesgo no es la misma, especialmente cuando se parte de condiciones socioeconómicas distintas. Las crisis como es el caso de las pandemias se encargan de poner delante de nuestros ojos las inequidades con las que estábamos “acostumbrados” a convivir.
Si la exposición al riesgo y el punto de partida no es el mismo para toda la población tampoco lo es el tratamiento en caso de enfermar. Los especialistas resaltan que, ante fiebre, dolor de garganta y dificultad respiratoria se consulte a un profesional. Pero la percepción de enfermedad está condicionada por factores culturales y educacionales.
También la accesibilidad a los servicios médicos es distinta, un 40% de la población se asiste en Hospitales Públicos ya saturados por la demanda habitual. ¿Cómo se va a incrementar la oferta de servicios de salud en caso de una pandemia con los escasos recursos de que se dispone?
Dicen que hay que comprar urgentemente respiradores, pero ¿Con qué enfermeras se van a operar estos equipos? Faltan enfermeras y de las que hay un 50% hizo solo un curso de un año, 35% cursó una tecnicatura de 3 años y sólo 15% son licenciadas en enfermería.
Sin prevención posible y con profundas dudas sobre el tratamiento que puedan recibir en caso de enfermar, un grupo poblacional está en franca desventaja para enfrentar la pandemia. Si el virus se difundiera dentro de estas comunidades del conurbano bonaerense las consecuencias sociosanitarias serán de una magnitud nunca vista en nuestro país.
El virus no afecta a todos por igual como metafóricamente se dice, es más frecuente y grave en hombres que en mujeres, tiene una mayor mortalidad en mayores de 60 años y encuentra a los grupos socialmente vulnerables en situación de desventaja y por ende más expuestos. Pero en dónde sí hay igualdad es no distinguir nación ni frontera en dónde expandirse, y esto es lo que está haciendo reflexionar a los países centrales.
El propio Bill Gates expresó “Si nuestra estrategia frente al Covid-19 se basa en las leyes del mercado, esta enfermedad hará muchas más víctimas” y agregó “Pero las pandemias nos recuerdan que ayudar a los demás no sólo es lo correcto, sino que es inteligente”, “en esta pandemia, todos estamos interconectados”.
La preocupación por el otro no es un tema que caracteriza a la sociedad actual, pero el miedo a que la enfermedad llegue a todos los hogares está tomando una fuerza tal que impulsa al ser humano a ser más solidario.
Sólo en estos momentos nos damos cuenta que la enfermedad del otro puede ser nuestra enfermedad, que el dolor del otro es nuestro dolor, que el otro es necesario para nuestra propia vida.
Deseo profundamente que este temor que impulsa la solidaridad de estos momentos se transforme en una verdadera virtud que cambie la forma de relacionarnos en el nuevo mundo que veremos cuando la epidemia decline.

(*) Rector de la Universidad Católica Argentina.

 

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