Durante la edad media la peste negra diezmó a más de un
tercio de la población de Europa, los barcos que
llegaban a puerto eran mantenidos en cuarentena, por ser
40 días el máximo período de contagiosidad de esta
enfermedad. El desplazamiento poblacional y las
migraciones no eran comparables a lo que sucede en estos
días.
Durante los últimos años como docente de Salud Pública
repetía a los alumnos que en el siglo XX ya no existían
barreras ni geográficas ni político-administrativas para
la propagación de enfermedades, la frase era “No hay
barreras para la Salud Pública”.
La Av. General Paz no es un límite para el mosquito
trasmisor del Dengue, ni para las enfermedades
psicosociales, así como tampoco bloquea el flujo de
demanda de atención médica. Recientemente escuché por
radio que el Covid-19 era democrático porque no
respetaba clases sociales afectando inclusive a
gobernantes y reyes. Pero este punto merece ser
analizado críticamente.
La difusión de una epidemia depende del número de
susceptibles (en el caso del Covid-19 toda la población
mundial) y la probabilidad de contacto entre el
susceptible y el virus. Por su parte, la probabilidad de
contacto está condicionada por el número de virus
circulantes, de su difusibilidad, de la fuente de
infección, y del entorno o medio ambiente.
Si bien parecería que estos datos técnicos escapan a
este artículo son necesarios para entender cómo ciertos
factores no son considerados cuando una pandemia sólo se
analiza bajo la óptica de datos e informes
médico-asistenciales o infectológicos y no desde una
dimensión más amplia como la Salud Pública.
Los medios de comunicación masiva reiteran que hay que
lavarse las manos y se preocupan por la falta de alcohol
en gel. Pero sólo en el conurbano bonaerense hay 1.500
villas, sin acceso al agua corriente. En todo el país
son 3 millones de personas que habitan en barrios
carenciados ¿Con qué agua se lavan? ¿Cuántas veces al
día? ¿Con qué jabón?
Los comunicadores insisten en que hay que estar a metro
y medio de distancia de otra persona, pero en el
conurbano bonaerense un 18% de los hogares solo disponen
de viviendas precarias. Son más de 2 millones de
personas con déficit habitacional.
¿Cómo se puede hacer el aislamiento domiciliario cuando
4 de cada 10 hogares pobres en el conurbano son ocupados
por más de 3 personas por cuarto? ¿Cómo mantener
distancia donde las personas viven hacinadas
compartiendo un colchón en el que duermen varios?
Hay preocupación por repatriar a los argentinos que
están en el exterior, incluyendo algunos que permanecen
en cruceros con camarote y comida. Pero qué hacemos con
7.500 personas en situación de calle en la Ciudad de
Buenos Aires ¿Cómo los repatriamos? ¿Cómo los prevenimos
de la pandemia?
Evidentemente el virus puede llegar a cualquier persona,
pero la exposición al riesgo no es la misma,
especialmente cuando se parte de condiciones
socioeconómicas distintas. Las crisis como es el caso de
las pandemias se encargan de poner delante de nuestros
ojos las inequidades con las que estábamos
“acostumbrados” a convivir.
Si la exposición al riesgo y el punto de partida no es
el mismo para toda la población tampoco lo es el
tratamiento en caso de enfermar. Los especialistas
resaltan que, ante fiebre, dolor de garganta y
dificultad respiratoria se consulte a un profesional.
Pero la percepción de enfermedad está condicionada por
factores culturales y educacionales.
También la accesibilidad a los servicios médicos es
distinta, un 40% de la población se asiste en Hospitales
Públicos ya saturados por la demanda habitual. ¿Cómo se
va a incrementar la oferta de servicios de salud en caso
de una pandemia con los escasos recursos de que se
dispone?
Dicen que hay que comprar urgentemente respiradores,
pero ¿Con qué enfermeras se van a operar estos equipos?
Faltan enfermeras y de las que hay un 50% hizo solo un
curso de un año, 35% cursó una tecnicatura de 3 años y
sólo 15% son licenciadas en enfermería.
Sin prevención posible y con profundas dudas sobre el
tratamiento que puedan recibir en caso de enfermar, un
grupo poblacional está en franca desventaja para
enfrentar la pandemia. Si el virus se difundiera dentro
de estas comunidades del conurbano bonaerense las
consecuencias sociosanitarias serán de una magnitud
nunca vista en nuestro país.
El virus no afecta a todos por igual como
metafóricamente se dice, es más frecuente y grave en
hombres que en mujeres, tiene una mayor mortalidad en
mayores de 60 años y encuentra a los grupos socialmente
vulnerables en situación de desventaja y por ende más
expuestos. Pero en dónde sí hay igualdad es no
distinguir nación ni frontera en dónde expandirse, y
esto es lo que está haciendo reflexionar a los países
centrales.
El propio Bill Gates expresó “Si nuestra estrategia
frente al Covid-19 se basa en las leyes del mercado,
esta enfermedad hará muchas más víctimas” y agregó “Pero
las pandemias nos recuerdan que ayudar a los demás no
sólo es lo correcto, sino que es inteligente”, “en esta
pandemia, todos estamos interconectados”.
La preocupación por el otro no es un tema que
caracteriza a la sociedad actual, pero el miedo a que la
enfermedad llegue a todos los hogares está tomando una
fuerza tal que impulsa al ser humano a ser más
solidario.
Sólo en estos momentos nos damos cuenta que la
enfermedad del otro puede ser nuestra enfermedad, que el
dolor del otro es nuestro dolor, que el otro es
necesario para nuestra propia vida.
Deseo profundamente que este temor que impulsa la
solidaridad de estos momentos se transforme en una
verdadera virtud que cambie la forma de relacionarnos en
el nuevo mundo que veremos cuando la epidemia decline.
(*) Rector de la
Universidad Católica Argentina.
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