Eran parte de lo que podríamos
llamar la “comunidad sanitaria” y
seguramente muchos de los lectores
de esta revista hemos lamentado
durante mucho tiempo que la salud
(pública) no le preocupara ni a la
población ni mucho menos a los
políticos, en nuestro país.
Durante mucho tiempo, al menos desde
el retorno a la democracia, los
sondeos de opinión ubicaron a la
salud (pública) entre las últimas
prioridades a ser resueltas.
Insistimos en resaltar que lo que no
preocupa es la salud “pública”
porque los argentinos son sensibles
al cuidado de su propia salud. Pero
pareciera que durante las últimas
décadas hemos sido bastante
indiferentes a la salud del conjunto
de los habitantes del país.
Los sanitaristas esperábamos que
algún día eso cambiara. Y un día
cambió. “Ten cuidado con lo que
deseas... Se puede convertir en
realidad”, nos advertía Oscar Wilde.
Y ahora nos tenemos que hacer cargo
de ese cambio. Nadie quiere que se
repita este sofoco que venimos
padeciendo, pero sabemos que hay al
menos otros 300 virus que viven en
diferentes especies animales
haciendo fila para ocupar la primera
plana en la prensa mundial.
Entonces, el día que termine el
aislamiento, tenemos el deber de
juntar la inteligencia sanitaria
criolla para aprovechar este cuarto
de hora construyendo una visión
conjunta de una salud pública “reloaded”.
Aquí van algunas propuestas para que
los colegas las compartan, o las
critiquen. Pero, en todo caso, van
las propuestas para que las mejoren.
En primer lugar, hay que consolidar
la rectoría
Este es el momento para explicarle a
los argentinos que necesitamos salud
pública y que eso requiere rectoría.
Es decir, alguien tiene que dirigir
la orquesta. Tal vez no vuelva a
suceder que el ministro de Salud
decida si puede o no haber partidos
de fútbol (y obvio que a puerta
cerrada). En las redes sociales hubo
quienes culparon de todo al ministro
de Salud. A ellos dedicamos el
epígrafe de esta nota. Por nuestra
parte, tenemos que agradecer que
esta vez teníamos Ministerio. Porque
si la pandemia hubiera llegado unos
meses antes ni siquiera hubiéramos
contado con la institución.
Disculpen el exabrupto, lo que
queremos proponer es que la
comunidad sanitaria debería hacer un
pacto para no dejar que vuelvan a
degradar la institución. No dejemos
que degradar al Ministerio, que
vaciar al Instituto Maiztegui o al
Malbrán, no tenga costo político.
Recordémosle a la gente los versos
de Martin Niemoller (que algunos
todavía adjudican a Bertold Brecht)
y asustemos recitando “primero
vinieron y vaciaron los presupuestos
sanitarios públicos, pero no nos
importó porque teníamos el plan más
alto de una prepaga. Ahora estamos
condenados a usar barbijo de por
vida”.
Aunque la verdad es que el Covid-19
afectó hasta a los sistemas de salud
más sólidos del mundo. En el número
anterior de la revista envidiamos al
sistema de salud de España, más que
a su Jamón de Bellota. Y hoy la
dichosa fragmentación que tanto
lamentamos nos permite un changüí
por la duplicación de oferta de
servicios. Una vez más parece que
Dios es argentino.
Sin embargo, es hora de que asumamos
que el sistema de salud no puede
continuar descoordinado.
Sencillamente porque entra en el
grupo de riesgo más que un paciente
añoso con múltiples comorbilidades.
Al menos necesitamos que, de ahora
en más, el Ministerio decida cuándo
y dónde se abre un hospital, se
inaugura una cama de terapia
intensiva o se instala un ventilador
mecánico. No nos puede agarrar otra
crisis sin saber cuántas camas hay
en cada localidad, cuántos recursos
humanos calificados hay, ni qué
infraestructura está disponible.
Una segunda propuesta es que
construyamos un Mapa Sanitario para
regular la oferta de salud
El mapa sanitario es una herramienta
de monitoreo y planificación
sanitaria, que privilegia la
incorporación racional y equitativa
de nuevos prestadores de servicios
médicos. Se trata de un esquema
georreferenciado que avanza en la
medición de la oferta, la demanda y
las necesidades sanitarias de la
población aportando criterios para
definir dónde faltan y sobran
servicios. Permite definir qué y
cuántos, pero también quiénes y
dónde.
El mapa sanitario considera al menos
tres aspectos centrales, la cantidad
de prestadores necesarios para
satisfacer las necesidades de una
población determinada, su
distribución en el territorio a fin
de reducir inequidades basadas en el
denominado “efecto código postal” en
el que el acceso está condicionado
por el lugar donde vive cada persona
y finalmente, la calidad de cada uno
de los prestadores que conforman la
oferta de servicios.
Una tercera propuesta es que
consagremos la Atención Primaria de
la Salud y construyamos modelos de
atención con puerta de entrada
Desde 1978 venimos declamando los
preceptos de Alma-Ata. Ya es casi
como colgar la foto del Che arriba
de la Smart TV. Pero sigue habiendo
colas para atención en los
hospitales y en las obras sociales
hay veces que conseguir un turno con
un especialista puede llevar meses.
En los países que han logrado
avanzar con el desarrollo de
sistemas de atención orientados a la
APS, los usuarios aceptan (mejor
dicho, pueden aceptar) listas de
espera para conseguir un turno con
el dermatólogo, pero en ningún caso
con su médico de cabecera. No sólo
porque la oferta está diagramada
sobre el médico de atención primaria
como pilar del sistema, sino que
éstos están en condiciones de dar
respuesta a la mayoría de los
problemas de salud de la gente.
Además de un conjunto de ventajas
conocidas de la estrategia de APS,
el relevamiento de la experiencia
internacional permite destacar que
la intensidad con que la misma se
implemente actúa como una forma de
regular el uso de prestaciones de
alta tecnología desde el lado de la
demanda. La incorporación de un
modelo de atención basado en médicos
de confianza con población a cargo,
con evaluación de su desempeño
potenciará la construcción de un
modelo planificado y regulado de
servicios de salud en el país. La
imagen objetivo a ser alcanzada es
que todos los ciudadanos que
padezcan una misma enfermedad en el
mismo estado de avance tengan
iguales condiciones de acceso a los
mismos cuidados en cantidad, calidad
y resolutividad.
En cuarto lugar, es necesario
redefinir el Programa Médico
Obligatorio (PMO)
Sumada a su falta de actualización,
nuestro PMO adolece al menos de dos
contradicciones. No es un Programa
sino un paquete de prestaciones, que
poca relación tienen con la
necesidad de la población. Y no es
Obligatorio, al menos no para todos
los financiadores del sistema de
salud, lo cual lo convierte en una
herramienta más para potenciar las
inequidades en el acceso.
Es deseable que la Argentina diseñe
un nuevo Conjunto de Prestaciones en
Salud, que parta de un listado de
patologías prioritarias y no de las
tecnologías que deban ser cubiertas.
Que sea obligatorio para todos los
actores del sistema de salud
(incluyendo al Estado) y que no sea
ni un piso ni un techo sino
justamente lo que debiera ser: un
conjunto de prestaciones que merecen
ser cubiertas y que, al mismo
tiempo, no condicionen la
sostenibilidad financiera del propio
sistema de salud.
Una quinta propuesta es que
acordemos qué recursos humanos
necesitamos
Es necesario discutir el numerus
clausus y la currícula de las
Facultades, así como la necesidad de
contar con una mínima formación de
posgrado para garantizar un piso
formativo. En países como España, el
título de grado no habilita a un
médico a desempeñarse en el Sistema
Nacional de Salud. Es mandatorio
debatir la potencial relación entre
la libre elección de la carrera
universitaria, la heterogeneidad en
la formación de pre y posgrado y las
posibilidades de acceder al mercado
laboral aun sin contar con un título
de especialista, con los resultados
subóptimos e inequitativos que
presenta nuestro país en materia de
salud.
La respuesta social organizada le ha
permitido a la Argentina, hasta
ahora, hacer frente a una situación
de gran magnitud y severidad como la
pandemia por Covid-19. Puede y debe
ser una oportunidad para reflexionar
sobre el sistema de salud y evitar
que los resultados dependan más de
quien financia o el lugar de
residencia que de la propia
capacidad de una enfermedad para
dañar la salud.
Es poco probable que el día después
de la pandemia nos encuentre igual a
lo que fuimos antes de ella, de
nosotros depende aprovechar la
situación y evitar insistir en
ciertos errores que merecen ser
corregidos. No sabemos a ciencia
cierta cuándo será ese primer día
post pandemia, pero sólo llegaremos
preparados si empezamos a pensarlo
desde ahora.
[1] Director de la Carrera de
Médico Especialista en Evaluación de
Tecnologías Sanitarias, Facultad de
Medicina, Universidad de Buenos
Aires.
[2] Asesor Regional en Medicamentos
y Sistemas de Salud del Fondo de
Población de las Naciones Unidas.
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