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Opinión 

¿Reforma…
o aplausos?

Por el Dr. Rubén Torres
Rector - Universidad ISALUD.

 
Los sistemas de salud están enfrentando el mayor reto de su existencia, y a la luz de un aparente “reverdecimiento” de la cosa pública, parece que el sistema público de salud es el modelo que necesitamos para el futuro, no sólo para crisis epidémicas sino para ofrecer todos los servicios a todos los ciudadanos.
También ha quedado expuesto a la vista de la sociedad que la salud en un país es una inversión, no un gasto. En la crisis han sido ejemplares la reacción ciudadana y la de los profesionales de la salud, y sobre esa doble fortaleza se debería pensar el sistema a partir de ahora.
Asimismo, se ha mostrado afortunadamente el valor de una sociedad solidaria, que está frenando a un virus, al cual las debilidades biológicas y sociales, como una sociedad insolidaria, lo hubieran favorecido.
Virus que se ha encontrado con un sistema, que si bien ofrece acceso universal a la población adolece de profundas debilidades, en términos de inequidad y calidad.
Un sistema que, centrado en la medicina aguda, hoy saca cuentas sobre respiradores y camas necesarias para evitar el desborde de hospitales, pero no las ha hecho nunca para pasar progresivamente de un modelo asistencial pasivo, que espera a que aparezcan los pacientes cuando enferman, a uno más proactivo que se adelante a ayudar a las personas con enfermedades crónicas.
Disponemos de tecnología digital que permite monitorear a los pacientes a distancia y de nuevos profesionales capaces de atender a estos pacientes. Con una reforma de este tipo, podríamos evitar 35% de los ingresos de esos hospitales desbordados.
Hemos confirmado que podemos atender a muchos enfermos de forma digital durante esta epidemia, y descongestionar nuestras consultas externas para siempre, abandonando la idea de que todo debe resolverse con encuentros cara a cara, y disipar infinitas discusiones jurídicas sobre cuestiones que nos han dejado al margen del mundo.
Sistema poco eficiente para crónicos, a los que ofrece un modelo pasivo y fragmentado, no compatible con la continuidad de cuidados que necesitan. Existe una nueva oportunidad, hay que aprovechar la sensibilización social actual con el sistema de salud, pues esa ventana no quedará abierta mucho tiempo.
Tras la pandemia se juzgará a los políticos por su capacidad para aprovechar esa oportunidad. Sera indispensable, pero insuficiente, priorizar la financiación pública a una salud que lleva años infrafinanciada desde el Estado, y complementarla con el valor que aporta el sector privado. Pero es necesario a la vez lanzar una profunda transformación del modelo asistencial.
Clave en esa transformación será cambiar las rigideces que no permiten gestionar lo público en bien de los pacientes y los profesionales, manteniendo para siempre mecanismos administrativos más flexibles que permitieron actuar más rápido durante esta crisis, y evidenciaron su utilidad (recetas electrónicas, autorizaciones on line, etc.), y preguntarnos qué nos detuvo para aplicarlas antes universalmente.
Tras la epidemia será necesario mirar hacia atrás y evaluar lo no hecho, y por qué. Pero más importante será mirar hacia adelante y decidir qué modelo asistencial (y de protección social) necesitamos para las próximas décadas, con independencia de amenazas externas, recordando que después de esta epidemia será necesario planificar en un país que estará en recesión.
En esta tragedia hemos “redescubierto” el valor de la enfermería y su potencial, que mantuvimos cubierto bajo faltas de consideración social discriminatorias, pluriempleo y precariedad laboral.
Salarios y honorarios profesionales han sido una variable de ajuste de los desequilibrios financieros del sector. Fortalezcamos sus funciones de forma que puedan expresar esas capacidades en el día a día después de la epidemia.
Es necesario integrar y reforzar rápidamente las redes locales. Siempre los brotes epidémicos fueron vencidos con medidas comunitarias y clínicas; todos los virus fueron eliminados o controlados así, y el coronavirus también lo será.
La integración de salud, servicios sociales y cuidados o su estricta coordinación serán claves en el modelo de bienestar futuro. Esos dos sectores no pueden seguir siendo planificados separadamente, pues se pierde de vista a los más vulnerables.
Lo que está pasando en las residencias de mayores donde el virus nos ha hecho asistir en directo por televisión al traspaso de personas vulnerables desde esas residencies al sistema de salud, es prueba de la ausencia de integración.
Debemos fortalecer nuestro modelo de bienestar social, y que deje de ser mero repartidor de alimentos y subsidios, para ser un modelo de cuidados.
¿Podemos tener un mejor sistema de salud? Sí. Se gasta mucho dinero, pero no de la mejor manera, y casi la tercera parte de ese gasto es “de bolsillo” en un país donde; antes de la pandemia 1 de cada 3 personas era pobre.
Desde hace mucho tiempo, los sucesivos gobiernos han abandonado la idea de reformas estructurales del sistema, y cuando hablamos de ellas, siempre aflora el fantasma de la gobernabilidad, y los poderosos intereses en juego.
¿Habrá llegado el momento de la audacia y de asumir los costos políticos de las transformaciones necesarias? O, sin heroísmo, nuestra mediocre dirigencia política y social seguirá aplaudiendo cada noche a los trabajadores de salud en un hipócrita juego cortoplacista, teñido de oportunismo.

 

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