La economía es tan antigua como el
hombre, pero no fue considerada como
una ciencia sino hasta finales del
siglo XVIII cuando se publica el
libro “La Riqueza de las Naciones”
de Adam Smith. La economía ha
evolucionado aportando conceptos
fundamentales para entender la forma
que se producen, distribuyen y se
utilizan los recursos para
satisfacer las necesidades humanas.
Dado que los recursos son escasos y
las necesidades ilimitadas, esta
ciencia ha crecido en importancia
con el paso del tiempo.
En 1963 surge como campo de
investigación específico la Economía
de la Salud, cuando Kenneth Arrow
publica su artículo “Uncertainty and
the welfare economics of medical
care”. Su estructura replica a la
ciencia de la economía donde
dividimos estudios microeconómicos y
macroeconómicos. Los primeros
enfocados en el análisis de los
mercados de aseguramiento, mercados
de prestaciones y las industrias
tecnológicas (medicamentos, insumos,
equipamientos, etc.). Los estudios
macroeconómicos se enfocaron en las
relaciones del sistema de salud con
los demás subsistemas incluyendo
temas de financiamiento, pujas
distributivas, etc.
Desde la microeconomía de la salud
hallamos mercados altamente
imperfectos con características
propias en medio de un entorno
dinámico y cada vez más turbulentos.
Para exponer este punto les acerco,
solamente a modo de ejemplo, algunos
estudios que destacan
características sobresalientes de
los mercados de salud.
El primer ejemplo es la llamada Ley
de Roemer. La teoría de la
competencia establece que ante un
aumento de la oferta se produce una
saturación del mercado y esto
provoca una caída de los precios.
Milton Roemer, profesor de la
Universidad de California, verificó
el cumplimiento de una regularidad
empírica: el crecimiento del parque
hospitalario induce aumentos en la
demanda de servicios prestados por
tales instituciones.
Por lo tanto, y contrariamente a la
economía convencional, las
investigaciones han demostrado que
en salud la demanda es inelástica a
la necesidad y está determinada por
la oferta de capacidad instalada.
Otro ejemplo de las características
propias del mercado de la salud, son
los estudios de relación
oferta-demanda. En salud hay dos
cuestiones distintas a la mayoría de
otros mercados. Por un lado, la
relación de agencia existente, dado
que el médico es quien decide qué
debería consumir el paciente. La
otra cuestión por considerar es el
tercer actor, en este caso es el
financiador.
Por lo tanto, en el mercado de la
salud, quien paga (estado/obra
social/prepago – financiador), no
consume ni elige; el que elige
(médico – oferta), no consume ni
paga; y el que consume (paciente –
demanda) no paga ni elige. Estas dos
grandes diferencias invalidan las
principales teorías económicas
convencionales y han sido motor de
numerosas investigaciones.
Desde la macroeconomía de la salud
estudiamos un sector donde el gasto
en porcentaje del PBI de los últimos
50 años ha ido en aumento, un sector
donde no hay relación entre el gasto
total y los resultados (ej. más
inversión en salud no genera
linealmente un aumento en la
expectativa de vida), y un sector
que busca la equidad y eficiencia
pero que a su vez reconoce grandes
inequidades e ineficiencias.
La economía de la salud ha
desarrollado numerosas
investigaciones sobre estos temas,
desde el análisis del espacio fiscal
para la salud o análisis de la puja
distributiva hasta estudios del
impacto en el gasto de los recursos
humanos y la incorporación
tecnológica o el impacto de la
judicialización en los gastos del
sistema de salud. Dentro de estos
marcos teóricos surgen herramientas
como las evaluaciones de tecnologías
sanitarias, los modelos de pago por
resultado, estudios de
costo/eficiencia, costo/efectividad
y costo/utilidad.
LA
CIENCIA INCOMPLETA
La economía de la salud
“tradicional” ha adaptado la teoría
económica clásica creando una rama
del conocimiento específico. Sin
embargo, ha quedado desactualizada
ante los avances del concepto salud
y la introducción de los
determinantes. Hoy una nueva serie
de conocimientos nos abren las
puertas hacia una nueva caja de
herramientas o modelos aplicables a
los sistemas de salud. Voy a
destacar dos ramas del conocimiento
económico que han surgido en las
últimas décadas.
La teoría del comportamiento: basada
en las neurociencias y la
psicología, la economía del
comportamiento intenta conocer la
forma de pensar de las personas. Sin
dejar de considerarlos seres
racionales, comprende que hay sesgos
en la toma de decisión. Claros
ejemplos encontramos en el consumo
de tabaco, la falta de adherencia a
los tratamientos o la falta de
donantes de órganos.
A la luz de los resultados obtenidos
sobre el comportamiento y sus
causas, esta rama ha tomado fuerza
como un instrumento para crear
políticas públicas en salud que se
adapten al raciocinio humano.
La economía verde: es un campo de
estudio que reconoce el valor del
medio ambiente y la actividad
económica. El eje principal son las
relaciones entre el sistema natural
y los sistemas sociales y
económicos, estudiando la
sostenibilidad del sistema en su
totalidad. El desarrollo de un
ambiente saludable y su valorización
económica modeliza el impacto que
tiene el ambiente como determinante
en la salud.
Además, entre otras las acciones de
impacto en salud que impulsa la
economía verde son: establecer
pautas para impulsar y/o evaluar
políticas ambientales; desarrollar
instrumentos de gestión para lograr
el desarrollo sustentable; y crear
figuras impositivas que castiguen a
aquellos productores que contaminen
y/o generar incentivos para quienes
produzcan con menor niveles de
contaminación posible.
Será nuestro desafío integrar estas
teorías a la rama de economía de la
salud y crear modelos más amplios
que unifique nuestros conceptos con
los nuevos. Todas las herramientas
que nos posibiliten modelar la
realidad para mejorar el sistema de
salud deben ser incorporadas. En
definitiva, como toda ciencia,
también la Economía de la Salud está
creciendo y evolucionando
constantemente.
(*) Asociación de Economía de la
Salud.
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